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Así se vive la invasión de Ucrania

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POR LA ESPIRAL

Claudia Luna Palencia 

 

El periplo comenzó el lunes 21 de febrero con la declaración de Putin, desde el Kremlin, del reconocimiento a la independencia y a la autonomía de la región del Donbás, en el Este de Ucrania, propiamente las regiones del Donest y el Lugansk. Para la madrugada del 23 al 24 de febrero las tropas rusas ya estaban avanzando en casi todo el territorio ucraniano.  

 

 

El fantasma de una guerra en el traspatio europeo ha vuelto como un espectro inesperado, ha vuelto para estrellar a los europeos contra un pasado histórico plagado de batallas y de guerras devastadoras. Para recordarles, quizá que el gen de la aniquilación, les persigue como una herencia maldita.

Una herencia en forma de dos grandes guerras mundiales: apenas hace cuatro años se rememoró  el final de la Primera Guerra Mundial y ni siquiera se cumple el siglo del inicio, ni del término, de la Segunda Guerra Mundial y el mundo camina al borde de otro gran conflicto teniendo, otra vez, a Europa como epicentro.

En Europa, la gente no hace otra cosa más que hablar con inmensa angustia, de qué podría pasar con Europa, con España, de si el dictador Putin “está tan mal de la cabeza” que se atreverá a invadir no solo a Moldavia o a Georgia sino a países que están dentro de la Unión Europea (UE) y fundamentalmente dentro del club defensivo de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como lo son Rumanía, Polonia, Hungría, Estonia, Latvia, Lituania, Eslovaquia.

Desde que Putin mencionó que pedía a sus generales desplegar sus sistemas disuasorios nucleares, a la gente aquí en España. se nos borró la sonrisa, también porque sabemos que nuestras vidas, nuestro futuro está en manos de Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo; de Michel Borrell, encargado de la diplomacia europea y de Jens Stoltenberg, líder de la OTAN que junto con, Joe Biden, presidente de Estados Unidos, están tomando las decisiones de acción y de reacción contra el inquilino del Kremlin.

Hay desasosiego. Entro a un supermercado para llevarme una serie de víveres a casa y la chica que acomoda los plátanos dialoga con su compañera que está ocupada cambiando los precios de los alimentos. Le externa que se siente nerviosa desde que Rusia está en guerra con Ucrania, no ha podido dormir bien.

Miro a mi alrededor y noto, además un silencio especial, hace días que hay un sigilo extraño: allá donde había murmullos y carcajadas, hay caras largas, una seriedad síntoma del mal momento.

 

En los colegios, en todos los niveles de educación, los profesores hablan abiertamente de los estragos de la guerra, tratan de crear conciencia entre sus estudiantes.

A los más pequeños que preguntan qué está pasando, sus padres les dicen amorosamente que hay países que son muy poderosos y utilizan ese poder para invadir a otros porque quieren apropiarse de todo lo que tienen.

Estos días también se ha hablado mucho de Adolph Hilter, del Nazismo, de su oscuridad, de la deshumanización provocada y de que el mundo creyó que a través de la construcción de organismos, instituciones, órganos, leyes, tratados y acuerdos había una muralla de cordura para evitar que una potencia volviese a sentirse imperialista. Pero la Rusia nuclear de Putin ha hecho que los españoles, europeos y el mundo entero despertasen de su sueño; de su quimera.

A COLACIÓN

En los medios de comunicación, los días y las noches, son largos atiborrados de programas e informativos acerca de Ucrania, de Rusia, otros que desmenuzan la personalidad de Putin; los que hacen el paralelismo entre él y Hitler. Hay largas horas con mesas de debates, de tertulianos que saben y no saben del tema.

 De gente de Inteligencia, del ejército activos o retirados, que explican la estrategia seguida por Putin; el sargento Raúl González habla de una guerra muy preparada con largos meses de anticipación, cuidada en su estrategia hasta el mínimo detalle.

Putin ha descartado todo. Ha hecho sus futuribles, es un exagente de la KGB no va a dejar nada fuera en sus escenarios ha descartado las reacciones y sabe que hay desde el escenario más manejable y sabe qué haría en el escenario más extremo”, comenta.

La mayor intranquilidad es si terminará pulsando el botón nuclear. Esa intención va carcomiendo la vida de los españoles y en general de los europeos: el inmenso temor de vernos una mañana en el espejo de Ucrania.

Con bombas cayendo por todos los sitios, familias despidiéndose de sus hijos mayores de 18 años y de sus maridos porque son llamados a las armas; de dejar la comodidad del hogar, de ver cómo se rompe tu vida, tus ilusiones.

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