Rincón de la Psicología |
Posted: 29 Jul 2019 02:10 AM PDT ¿Alguna vez te has sentido tan agotado, desgarrado, desilusionado o impotente que has pensado que no podías seguir adelante? ¿Te has sentido al borde del precipicio sin más opciones que rendirte o tocar fondo emocionalmente? A todos nos ocurre: a veces la vida nos sobrepasa. Por más que luchemos, no vislumbramos la salida, nos sentimos atrapados. Sin embargo, cuando atravesamos esas situaciones límite es cuando descubrimos nuestra auténtica fuerza. Ya lo dijo un refrán popular: ningún mar en calma hizo a un marinero experto. La fuerza que proviene de la adversidadMaurice Vanderpol, ex presidente de la Sociedad e Instituto Psicoanalítico de Boston, analizó uno de los capítulos más oscuros de la historia de la humanidad: el Holocausto. Descubrió que las víctimas que lograron salir sanas mentalmente de los campos de concentración tenían algo en común que denominó un “escudo de plástico”. Ese escudo estaba compuesto por varias piezas, entre las que se incluía el sentido del humor, a menudo un humor negro que, sin embargo, ayudaba a adoptar un sentido crítico de la perspectiva. Otras características centrales que ayudaron a esas personas a atravesar la adversidad fueron su capacidad para establecer vínculos interpersonales significativos y la construcción de un espacio psicológico interno que les protegía de las intrusiones abusivas. Obviamente, nadie quiere que la adversidad toque a su puerta. Pero antes o después lo hará, así que es mejor estar preparados para enfrentar los problemas y contratiempos de la mejor manera posible. De hecho, cuando intentamos rehuir la adversidad, también eliminamos uno de los ingredientes más importantes para cultivar nuestra resiliencia. “Ocurren cosas malas, pero la manera en que respondo define mi carácter y mi calidad de vida. Puedo elegir quedarme estancado en la tristeza perpetua, inmovilizado por la gravedad de mi pérdida, o superar el dolor y salvaguardar el regalo más precioso que tengo: la vida misma”, según el escritor estadounidense Walter Anderson. Por eso, en vez de evitar la adversidad, necesitamos abrazarla, comprender que se trata de una especie de combustible imprescindible para cultivar la fuerza interior. No tiene que gustarnos. No tenemos que disfrutarla. Pero tenemos que confiar en su potencial para transformar una tormenta en una fuente de fortaleza. El aprendizaje que proviene de la adversidad es el caldo de cultivo ideal para dar un salto cualitativo en nuestras vidas. Cuando creemos que no podemos más, pero aún así seguimos adelante, nos damos una gran lección de coraje que se convertirá en una sólida columna para apuntalar nuestra vida. No tirar la toalla hoy, nos fortalece para las batallas futuras. 5 beneficios que puedes extraer de la adversidadNecesitamos dejar de ver la adversidad como un enemigo y comenzar a verla simplemente como una situación. Las situaciones no son simplemente un sitio donde estamos o una circunstancia que atravesamos, sino que implican la manera en que asumimos esos hechos, así como los pensamientos y las emociones que acuden a nuestra mente en ese momento. Eso significa que cada situación es un microcosmos que incluye, por una parte los hechos y, por otra, nuestra reacción a lo que nos sucede. Por tanto, un cambio en una de esas variables nos conducirá a una situación diferente, a otro microcosmos. A veces no podemos cambiar los hechos, pero podemos cambiar la manera en que reaccionamos. Y eso suele ser suficiente para salir de la situación angustiosa que nos arrebata el oxígeno psicológico. Un buen punto de partida consiste en asumir la adversidad como una oportunidad para conocernos mejor y enriquecer nuestra mochila con nuevas herramientas psicológicas para la vida. Para ello, debemos comprender que la adversidad:
No debemos olvidar que la adversidad es una de las fuerzas más poderosas de la vida. Puede sacar a relucir lo mejor o lo peor de nosotros. La decisión es nuestra. Fuentes: Oshio, A. et. Al. (2018) Resilience and Big Five Personality Traits: A meta-analysis. Personality and Individual Differences; 127: 54–60. Vanderpol M. (2002) Resilience: A missing link in our understanding of survival. Harv Rev Psychiatry; 10: 302–306. La entrada Ser resiliente no es tener fuerza para seguir adelante sino seguir adelante, aunque no tengas fuerzas se publicó primero en Rincón de la Psicología.
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