Columnaria
Juan Chávez
Escuché anoche comentar a dos viejos periodistas un “cambio notable” en Trump porque ya se le borró de la mente, dijeron, la construcción del muro.
Félix Fuentes y Raúl Sánchez Carrillo, dos antiguos colegas, agarraron monte con tal criterio en su programa de opinión de canal 40.
La apreciación es mala. El presidente de Estados Unidos tiene variados cambios en su discurso que, eso sí, no ha dejado de ser de su modo altanero, impositivo y autoritario.
El millonario empresario que despacha en la Casa Blanca tiene mil asuntos que tratar y las horas del día le han de parecer insuficientes para atenderlos.
Pero eso no significa que ya se haya olvidado del “muro”.
Las repercusiones de sus órdenes ejecutivas primarias caminan. Y eso, mis antiguos compañeros pareciera que no lo avizoran.
Esta el caso reciente, apenas el lunes, anunciado por la Ford, la primera gran empresa que se acogió a los dictados del neoyorkino y canceló la millonaria inversión para construir una planta en San Luis Potosí.
La primera planta automotriz que surgió arriba de los 30 del siglo pasado ha decidido, y así lo anunció este lunes, llevarse China la inversión de la nueva planta y reiterarle el caracolito a México.
Ford, con tal determinación pareciera estarse pasando por el arco del triunfo la orden ejecutiva de Trump que señala expresamente a las empresas trasnacionales invertir en territorio de la Unión Americana para “recuperar los empleos”, establece la política del mandamás de la Casa Blanca.
Y no: hay tolerancia de Trump para Ford, porque se trata de invertir en China y no en México. Y lo que el millonario mandatario quiere es mejorar su relación con China para fijar los acuerdos comerciales que borrarán del mapa la globalidad y los dos gigantes de la economía dominarán al mundo.
Garantía total para sus producciones y empleos. Nomás. Los demás ¡jodanse!