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El Zócalo, motín eterno

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Podríamos tomarlo a la ligera, decir –por ejemplo—esta es una muestra de incompetencia, de la ingobernabilidad reciente; la herencia panista, el lastre de la izquierda inepta toda hecha de prebenda corrupción y disfraz social. 

 

Pero también podríamos buscar en el fondo de las cosas dónde se halla el germen inacabable del descontento.

Muchos han hallado la semilla en el célebre alzamiento –tan violento como o efímero–, del año 1692, descrito por don Carlos de Sigüenza y Góngora  como el “Alboroto y motín de México”. 

Recordemos brevemente:

“…Era tan extremo tanta la gente, no sólo de indios sino de todas castas, tan desentonados los gritos y el alarido, tan espesa la tempestad de piedras que llovía sobre el palacio, que excedía el ruido que hacían en las puertas y en las ventanas al de más de cien cajas de guerra que se tocasen juntas; de los que no tiraban, que no eran pocos, unos tremolaban sus mantas como banderas y otros arrojaban al aire sus sombreros y burlaban a otros; a todos les administraban piedras las indias con diligencia extraña; y eran entonces las seis y media…

 

“Tratan desnudas sus espadas los españoles y, viendo lo mismo que allí me tenían suspenso, se detenían; pero los negros, los mulatos y todo lo que es plebe gritando: 

–“¡Muera el virrey y cuantos lo defendieren!”, y los indios: 

–“¡Mueran los españoles y gachupines (son los venidos de España) que nos comen nuestro maíz! “, y exhortándose unos a otros a tener valor, supuesto que ya no había otro Cortés que los sujetase, se arrojaban a la plaza a acompañar a los otros a tirar piedras. 

–“¡Ea, señoras!”, se decían las indias en su lengua unas a otras, “¡vamos con alegría a esta guerra y, como quiera Dios que se acaben en ella los españoles, no importa que muramos sin confesión!” ¿No es nuestra esta tierra? Pues ¿qué quieren en ella los españoles?

La narración sigue y llega a su punto culminante cuando la turba incendia el Palacio virreinal: 

“…como no conseguían con las pedradas sino rendirse los brazos sin provecho alguno, determinaron ponerle fuego a palacio por todas partes, y, como para esto les sobraba materia en los carrizos y petates que, en los puestos y jarales que componían, tenían a mano, comenzaron solos los indios y indias .a destrozarlos y a hacer montones, para arrimarlos a las puertas y darles fuego; y en un abrir y cerrar de ojos lo ejecutaron. 



“Principióse el incendio (no sé el motivo) por el segundo cajón de los que estaban junto a la fuente del palacio, sin pasar a otro, y siendo sólo azúcar lo que tenía dentro, fue desde luego la llama vehemente y grande”. 

“…Con la misma pica del capitán (que al cerrar las puertas se quedó fuera) o, por mejor decir, con unas cañas ardiendo, que en ella puso, incendió un indio (yo lo vide), el balcón grande y hermosísimo de la señora virreina. 



“Como eran tantos los que en esto andaban y la materia tan bien dispuesta, entrando los oficios de los escribanos de provincia, que también ardían, no hubo puerta ni ventana baja en todo palacio, así por la fachada principal que cae a la plaza como por la otra que corresponde a la Plazuela del Volador, donde está el patio del tribunal de cuentas y en ellos oficios de gobierno, juzgado general de los indios y la capilla real, en que no hubiese fuego. 

“…¡Cuál seria la turbación y sobresalto de los que en él se hallaban, y al parecer seguros, viéndose acometidos de tan implacable enemigo por todas partes! ¡Cuánto mejor les hubiera sido defender las puertas, que exponerse a la contingencia de quemarse vivos! Pero, considerando que me responden les faltaba pólvora y que alcanzaban más las piedras que sus espadas y chuzos, me parece impertinencia el reprenderlos…”

La narración es muy extensa y no se necesita más para utilizarla como antecedente. 

Esto me lleva a dos aspectos. El primero, mi única y definitiva clase de chino. El segundo a las declaraciones del secretario Osorio Chong en Hidalgo, sobre la recuperación institucional de la plaza, hoy ámbito de una protesta contra la promulgación de una ley ya promulgada y una reforma educativa ya alcanzada, al menos en los términos de la legalidad. Los únicos para los cuales no hay respeto.

La primera historia es breve: 

Caminaba por Pekín y a la hora bruja de las siete de la noche, ya pardeando, quise cruzar la plaza de Tienamén por el medio. Como una sombra de pronto se me plantó enfrente un guardia del Ejército Rojo. Un metro noventa de estatura y una bayoneta vertical frente a los ojos. 

No dijo nada pero podría haber entendido si me recitan a Confusio. Me di la vuelta. Por aquí no. 

Y lo otro: 

“Sí habrá celebración del Grito de Independencia en el Zócalo de la ciudad de México, la noche del próximo domingo 15 de septiembre, aseguró el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong…”

 

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