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Violentos

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Entresemana

Moisés Sánchez Limón

Las varias preguntas que se han hecho en torno de la fuente que financia el activismo de miles de integrantes de la CNTE y la validez de sus demandas o el engaño y manipulación de esta masa en la que se mezclan profesionistas, arribistas y los llamados “infiltrados”, han dado pauta a la polarización de posturas y, como ya es recurrente, descalificar a los críticos por el solo hecho de serlos.

 

El riesgo, empero, más allá de discusiones epistolares o barrocas y callejeros, de apasionados de una causa de la que suelen desconocer fundamentos, afín a aquella referencia de Gonzalo N. Santos, “El alazán tostado”, cacique de San Luis Potosí, de que cuando los perros ladran en los ranchos, sólo el primer perro que ladra sabe por qué ladró.

Demandar certidumbre laboral es un principio básico de cualquier trabajador. Sí, pero cuando éste tiene conocimientos de la tarea que desempeña, lo único que debe hacer para garantizar su empleo es realizarlo de la mejor manera que cumpla con el ciclo del proceso de producción por el cual se le remunera su fuerza de trabajo, creatividad y profesionalismo.

¿Es necesario recurrir a medidas violentas para demandar respeto y garantías a la fuente de trabajo? Tal vez como último recurso, pero cuando la tesis fundamentalista refiere que se debe ser violento para intimidar al patrón, entonces lo único que se genera es un clima de terror e incertidumbre, en la que el patrón debe recurrir a la instancia legal para garantizar su seguridad física y que el centro de trabajo no deje de producir, so riesgo de una crisis que lo lleve a desaparecer.

Reflexión ésta, si usted quiere, simplista. Sí, pero aleccionadora de lo que hoy ocurre en la ciudad de México y que se ha extendido a otras entidades. La manipulación y el ocultamiento de información, como es el caso del adéndum de la Ley General de Servicio Profesional Docente, que la inmensa mayoría de los maestros acantonados en el Zócalo de la ciudad de México desconoce, ha jugado como ese factor elemental para avivar las protestas contra el gobierno federal y el Congreso de la Unión.

Grave sin embargo, la polarización de articulistas y opinadores, de expertos en materia de profesionalización docente, de dirigentes gremiales, políticos y ciudadanos, organizaciones sociales y quienes no temen a la descalificación de las huestes y plumas fundamentalistas, o aquellos jóvenes que se asumen periodistas pero desconocen elementos del oficio porque simplemente no lo han ejercido, e incluso se llaman periodistas y fotógrafos independientes, pero forman parte de esos grupos que invocan consignas desempolvadas del movimiento guerrillero urbano de los 70 en México.

¿Hay que defender a la disidencia magisterial o ponerse de su parte? En otros momentos, cuando las movilizaciones sociales han tensado el ambiente, se ha advertido el riesgo del chispazo que encienda la pradera colmada de pastos secos. Forzar situaciones siempre tiene partidarios, autores intelectuales, operadores y beneficiarios.

¿A quién beneficiaría que la fuerza pública reprimiera a estos violentos individuos, maestros o no? Y no se trata de usar eufemismos, al pan, pan, al vino, vino. Vándalos porque lo son y no se les puede llamar de otra forma a los que rompen huesos y cristales, violan cerraduras y patean puertas o rompen ventanas porque se les pega la gana y sólo así desquitan frustraciones personales.

Lo peor es el riesgo de que esta polarización social sea prohijada por actores políticos cuya misión es abogar por tolerancia y el diálogo. Tienen razón en demandar uso de la fuerza pública para frenar vandalismos, excesos en manifestaciones de protesta contra una reforma educativa que, guste o no, fue votada y aprobada por la mayoría legislativa.

Grave que los partidos políticos y sus dirigentes y legisladores asuman tolerancia del gobierno federal, incluso del local en la ciudad de México, como postura tímida, eufemismo éste para no llamar miedoso al Presidente y al jefe de Gobierno, incluso, porque se niegan a reprimir a esta horda de profesores que evidencian obediencia a pretensiones de anarquía, de desbarrancar a un gobierno que fue elegido democráticamente.

Este jueves el coordinador de los diputados federales del PAN, Luis Alberto Villarreal García, califico de tímido al gobierno priista porque no aplica la ley, que decide renunciar a sus responsabilidades y prefiere que la ciudad esté en caos.

Igual acusó el legislador federal que, las movilizaciones de docentes y organizaciones diversas en 26 ciudades del país, evidencia que “se les está saliendo de las manos, lamentablemente, ha crecido y yo creo que tienen un problema, a ver si no termina el Presidente de la República el día 15 dando el grito en Dolores, porque no pueden resolver el problema (…) Me parece que ya le tomaron la medida al gobierno”.

Y dónde está la obligada propuesta de solución del diputado. Se entiende que Villarreal aboga por la represión. Violencia con violencia. Y, contagiados de esta impronta, en la sesión estuvieron a punto de agarrarse a trancazos los diputados Enrique Aubry de Castro Palomino y Germán Pacheco Díaz, el primero del PVEM y el segundo del PAN. Hubo otros involucrados e involucradas.

La chispa la encendieron una diputada albiazul, Consuelo Argüelles Loya, y un diputado priista, Alejandro Moreno Cárdenas. ¡Vaya con los violentos! ¿A quién beneficia la consecuencia de este clima de crispación? Conste.

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