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Chapulines políticos

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Salvador Flores Llamas

Quienes llegan por vez primera a diputados, federales y locales, cambian  su estatus de vida, pues reciben sueldos jamás vistos por la mayoría, partidas por asistir a sesiones, asesorías, seguros de gastos médicos mayores, para ellos y los suyos, bonos, otras prebendas y repartos frecuentes de dinero o de saldos que quedan a las fracciones legislativas, para no devolverlos a la Tesorería de la Federación, como deberían.

 

Acostumbrados a la buena vida, concluyen que si desean seguir recibiendo grandes sumas deben volver a ser legisladores y, para ello, quedar bien con sus líderes partidistas, si no, no habrá de piña.

Resueltos a sacrificarse, se vuelven incondicionales y pliegan a las consignas de los líderes, con mengua de su papel de defensores de los intereses del pueblo; por eso votan en montón lo que se les ordena.   

Hay también políticos que escalan puestos altos y se les considera exitosos; otros de medio pelo, unos francamente fracasados y los que brincan de un partido a otro para escalar cargos importantes, incluida  la Presidencia de la República. 

Estos últimos, llamados chapulines por su agilidad para saltar de un grupo a grupo, arguyen como su leitmotiv, defender al pueblo, cuando en realidad los motiva su conveniencia exclusivamente. La ideología es mero disfraz.

Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo causaron el desprendimiento mayor del PRI por no ser candidatos presidenciales, cuando serlo implicaba llegar a presidente con toda seguridad.

En prueba de ello Cárdenas fue candidato por una coalición de partidos de izquierda en la elección de 1988 y pactó que Porfirio sería el siguiente, ya por el Partido de la Revolución Democrática (PRD) que casi inmediatamente fundaron ambos, por acuerdo del primero con Salinas de Gortari, a cambio de reconocerlo como triunfador de esos comicios, de los más cuestionados en nuestro devenir político.

Como Cuauhtémoc se perpetuó de candidato presidencial perredista, Porfis se dijo traicionado, dejó el PRD y el PARM le cedió tal distinción; pero al no ver posibilidad alguna de cristalizar su anhelo vital, la abandonó.

López Obrador abandonó también el PRI, tras ser su jefe estatal en Tabasco y componerle un himno, porque no puedo ser gobernador con él y brincó al PRD, invitado por Porfirio y Cárdenas lo impulsó a líder nacional del partido y jefe de gobierno del DF, de acuerdo con Zedillo. Después quitó a su padre político la candidatura presidencial (habría sido la cuarta) el partido mismo

Andrés Manuel ya jugó para Presidente de México por segunda vez y, como se ve, anda fundando el partido Morena para lanzarse una tercera y tal vez más, pues quiere ser presidente a toda costa.

Por eso las dos ocasiones que jugó, salió con que le cometieron fraude y pugnó al máximo para que le dieran el triunfo que los mexicanos le negaron

Eso confirma que ni ideología ni defender al pueblo, sino conveniencia es lo que movió a estos chapulines políticos a cambiar de partido, como Ricardo Monreal, quien dejó el PRI por no hacerlo gobernador de Zacatecas; lo fue por el PRD, y luego se pasó al PT, del que ha sido coordinador de senadores y diputados.   

Llaman igualmente chapulines a quienes saltan de una cámara a otra: Porfis y Monreal son ejemplos. Manuel Bartlett, quien en el PRI fue secretario de Gobernación, precandidato presidencial, gobernador de Puebla y senador,  hoy es líder senatorial del PT, porque el tricolor ya no lo cobijó.

La reforma electoral que acaba de aprobarse podrá evitar tanto brinco de cámara a cámara legislativa por los chapulines, mediante la reelección, que exigirá a quienes deseen repetir y continuar con su envidiable nivel de vida quedar bien con sus electores, no con sus pastores políticos.  

Por desgracia, esa enmienda no disminuyó los plurinominales, por donde se cuelan muchoschapulines e indeseables.

Ahora que para que tal reforma cumpla en verdad su cometido se requerirá un IFE o INE fuerte y con consejeros capaces y responsables.

A propósito, entre los candidatos a consejeros del IFE destaca Luis Medina Peña, doctor en ciencias político-sociales, experto en la materia y autor de muchos libros; con experiencia administrativa y política: subsecretario de la SEP con Reyes Heroles, entre otros cargos, es considerado buen prospecto para presidir el IFE.

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