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De cursis y buenos deseos

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Entresemana

Moisés Sánchez Limón

Es los tiempos que corren concluyo: cursi es un plus que todos debiéramos tener, porque nos vuelve receptivos, animosos, tolerantes, propositivos, cariñosos, amigables, de buenos modales, respetuosos y, en fin, mejores seres humanos.

 

Porque, mire usted, así como la semana pasada decidí no meterme en los temas políticos porque para mí fue más importante recordar a dos colegas que se adelantaron por la nota en la fuente cuyo jefe de prensa y publirrelacionista, es San Pedro, aunque el tema y mi decisión la entendieron más mis colegas reporteros, al inicio de la penúltima semana de 2013 refrendo esa postura: nada de política, lo prioritario es el asunto humano. Lo cursi, pues.

Y me refiero al término cursi que hemos generalizado para calificar a quienes exageran cuestiones sentimentales, del corazón, que son melosos y, por supuesto, en apego a la definición formal, pretenden ser elegantes o refinados, sin serlo y resultan ridículos.

Sí, la definición es una, mas cuando el adjetivo se vuelve de uso general, solemos aplicarlo hasta a aquel que con palabras poco comunes desea parabienes al prójimo. “¡Ash!, que cursi llevarle serenata a la novia”, dicen las conciencias mothernas al vecino de enfrente. Pero, por ejemplo, conozco a duros y severos políticos o empresarios a quienes les ha valido madre los llamen cursis y le llevan serenata a la señora o de plano le hacen segunda a la primera voz de un trío.

Me gusta ser ridículo. Me gusta la poesía y puedo llorar con Los amorosos o un bolero interpretado por Marco Antonio Muñiz, y me conmueve La Chacha Micaila declamada por Luis Vivi Hernández, o un poema de Machado y seguido de otro de Octavio Paz con fondo de Macorina en la voz  de Chavela Vargas. Ni qué decir de Alfonsina y el mar en la armoniosa cadencia vocal de Mercedes Sosa.

Miente quien diga que no es cursi. O, tal vez, tiene miedo escénico, es decir, que sus cuates, amigos o compañeros de trabajo lo califiquen de algo más que cursi. Son asuntos de atavismos que arrastramos merced a la cultura que ha formado machos y hembras, aquellos que se consideran muy hombres y se niegan a admitir que una melodía los dobla sentimentalmente.

¿Usted se asume cursi cuando le dice a su mujer que la ama? ¿Es cursi porque al amigo lo abraza y le desea una feliz Navidad? ¿Usted evita declararle su amor al vecino que la trae de una ala desde hace rato?

¡Seamos cursis, por favor! Tolerantes, amigables, amantes de la libertad y del respeto a lo que piensa el prójimo. Digamos a nuestros enemigos que los queremos porque sus malos deseos, son el fertilizante de nuestras tareas cotidianas por ser mejores. No olvidemos que la ausencia de valores acarrea sinsabores, frustraciones, malas ideas. Insisto: hoy no quiero tratar temas políticos, aunque políticamente procedo con la reflexión social, porque el ser cursi implica una actitud de vida y, al final de cuentas, la actitud es una postura política.

¿Entonces? Hoy cierro la etapa de 2013 y le doy espacio a la vida en familia, de amigos, de reflexiones ayunas de esas profundidades que quitan tiempo, porque hoy se debe reflexionar en, por ejemplo, ¿por qué diablos no le he dado la mano a la persona que dice odiarme o que le caigo del carajo? Eso no quita tiempo, porque los buenos deseos salen así de sencillos, naturales cuando se es cursi, en el sentido general, insisto, aunque tal vez sea una exageración parecer refinado cuando lo simple es extender la mano y, si te dejan con ella extendida, pues ni hablar.

Buenos deseos. Ese es el mensaje para todos y todas, chiquillos y chiquillas, amigos y enemigos, compadres y comadres, cuates, vecinos, compañeros (as) de aventuras sociales y profesionales. Buenos deseos para todos y que los acepten como quieran porque, al fin y al cabo, el valor de esa actitud de vida se la damos en libre albedrío y no toca la cartera; ser feliz no tiene valor monetario, ni la cursilería se paga en euros.

Por eso, a partir de hoy y hasta el lunes 6 de enero, los dejo en paz con mis mamotretos. Les deseo lo mejor y qué mejor ser cursis. Conste.

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