Hugo L. del Río
Una de cal…No me da por quemar incienso a los pies de los dioses de la alta burocracia, pero el oficio me obliga a no regatearle el aplauso a quien se lo ganó.
En este caso, le doy mi reconocimiento al Grupo Antisecuestros de la Ministerial de Nuevo León. Haiga sido como haiga sido, el hecho es que estos investigadores dieron con el paradero del niño Zander Alan, quien había sido secuestrado el domingo 26 en Ciudad Obregón, Sonora. No es una hazaña menor. Carlos Alberto Navarro, procurador de la tierra de mi abuelo, vino a Monterrey para felicitar a su homólogo Adrián de la Garza. La neta: Adrián y sus detectives se ganaron a pulso el champú de cariño. Para ponerle la cereza al pastel, los de Nuevo León localizaron a los autores intelectuales del secuestro: unos malosos quienes, desde el penal de Matamoros, Tamaulipas, operaban o siguen operando muertos de risa y ebrios de felicidad, a sabiendas de que hacen sus perversidades en un espacio de impunidad. Pero esa es una pulga en petate ajeno. Sólo me resta pedirle a De la Garza que eleve el nivel profesional de las otras secciones de la Ministerial: la liberación del peque sonorense de dos años de edad es un garbanzo de diez kilos: hay muchos casos, sobre todo de delitos perpetrados por el crimen organizado, que no han sido resueltos. La Alerta Ámber dio buenos resultados. Vaya, hasta que algo funciona bien. PIE DE PÁGINA: Solo a Juana Cavazos se le ocurre creer que con las temperaturas de días pasados iban a ir a las Primarias los niños y los maestros. Desde el martes hubo una ausencia del 80 por ciento, pero la secretaria de Educación parece tener el carácter de aquel personaje de una novela española del siglo XIX quien, palabras más, palabras menos, sostenía que la realidad tenía que acomodarse a sus antojos.
