Hugo L. del Río
Manuel Mondragón y Kalb es un hombre respetado y respetable. Como suele suceder en México, su renuncia a la Comisión Nacional de Seguridad despierta muchas dudas y obliga a plantear numerosas preguntas.
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, quien era jefe del doctor Mondragón, escribe en su cuenta de tuit que el funcionario dimitente se retira de los trabajos operativos, pero seguirá colaborando en “tareas de diseño estratégico en materia de seguridad”. El mensaje de Bucareli parece ser la oferta de una salida decorosa, pero provisional: Mondragón podría permanecer unos meses en esa área para luego salir por la puerta trasera. Es un trato injusto. Vicealmirante médico naval, doctor titulado en la UNAM, Mondragón fue un ejemplar jefe de la policía del defe: saneó una de las corporaciones más corruptas del mundo y convirtió a la ciudad de México en”una isla” de sosiego. La interrogación surge de manera inevitable: ¿dejó el cargo por su propia voluntad o lo removieron? Se antoja pensar que un señor como el médico y almirante difícilmente se entendería con el titular de la SeGob. Otrosí: Mondragón hace sentir su ausencia precisamente en el momento que la moneda está en el aire en Michoacán. Es evidente que el surgimiento de las Autodefensas provoca crispaciones y fuertes roces en el gabinete presidencial. Plumíferos a sueldo del gobierno culpan a Mondragón del hasta ahora fallido proyecto de crear una Gendarmería Nacional. Y este hijo de hombre quisiera saber qué objeto tiene organizar una escuálida legión de cinco mil elementos para darle un poco de hueso y menos carne a la gendarmería si ya existe la Policía Federal. Desalienta la renunciación del doctor Mondragón. Y el nombre del sucesor no nos anima gran cosa: Monte Alejandro Rubido, quien fue hombre de las confianzas de Genaro García Luna, que dejó pruebas de su corrupción y sus abusos en la Secretaría de Seguridad Pública federal. Hacemos, como escribe Ivo Andric, preguntas que no sólo no son contestadas, sino que son olvidadas.
