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Jesús Yáñez Orozco          

Es común escuchar el término kafkiano para referirse a algo surrealista en la vida cotidiana, incluido el futbol. Mas es, literal, marciano, de otro planeta, la neta. Insisto: es de otro orbe lo que sucede en el balompié mexicano hace 40 años, cada vez que uno se asoma a las páginas deportivas, o escucha radio mira la telemierda y lo que ahí descubre.

 

Y todos, principalmente los eufemísticos hombres de pantalón largo –crápulas absolutos– se hacen occisos, que la Virgen Tiznada –el escritor Jorge Ibargüengoitia, le decía Prieta, a la Virgen del Tepeyac– les habla. 

O hacen declaraciones para escurrir el bulto.

Pero nadie hace algo para desfacer el entuerto que representa en México este deporte desde comienzos de la década de 1970, cuando fue borrado del mapa el sindicato de futbolistas profesionales que, de existir, sería otro el misérrimo futbol que padecemos.

En días pasados todo mundo pegó el grito en el cielo cuando se hizo público lo que se sabe hace casi 40 años: que directivos, entrenadores y visores, piden dinero a futbolistas para poder jugar.

Y va del amateur al profesional.

Es práctica común.

Y más aún de la forma poco ética, por decirlo con algodones, cómo actúan muchos actores del baloncito nacional: árbitros que se enriquecieron de la noche a la mañana, mediante la manipulación de juegos, para beneficiar sus quinielas de Pronósticos Deportivos,  a finales de los 80s; la práctica cotidiana del recurso de los cachirules –que a México costó quedar fuera del Mundial de Italia—y que es común que siga apareciendo en las oficinas de la Federación Mexinaca de Futbol, pero los directivos, encabezados por el Dúo Maldito –Justino Compeán-Decio de María—nada hacen; equipos que son usados para lavar dinero y hacerlo circular rechinando de limpio…

Más lo que se acumule esta semana.  

Daniel Ramírez, delantero de Pumas, se desdijo luego de que el pasado domingo había asegurado que en 2006, Angel Coca González –en ese tiempo visor de Pachuca—, le pidió 10 mil pesos para probarse en el equipo Indios de Ciudad Juárez, que estaba en la Primera División.

Desactivó el novel futbolista la aparente bomba que de todas maneras explotó. Intentó suavizar la situación al afirmar que en realidad, esa cantidad, era para el mantenimiento y viajes del plantel. Y, agregó, dicha cifra, igual, se le solicitó a los 10 u 11 chavos que sí se quedaron, “porque en su casas tuvieron el dinero para darlo”.

El anotador del gol con el que los auriazules clasificaron a la liguilla, el pasado domingo en Ciudad Universitaria, tras vencer por la mínima diferencia a Chivas, explicó:

“En ese tiempo yo tenía 13 años. Hubo una convocatoria para hacer pruebas en Indios y fui. Al término de los tres o cuatro filtros que hubo nos pidieron 10 mil pesos, que mi familia no tenía para darlos y entonces decidí hacerme a un lado”.

Coca fue cesado ipso facto por el presidente del Pachuca, Jesús Martínez –incondicional de los gobiernos priistas en la entidad, hace más de dos décadas—quien rechazó que ese tipo de dádivas sean comunes en el equipo, pues tiene un presupuesto de 80 millones de pesos para fuerzas básicas.

Mas eso nada garantiza.

Dos días después del desaguisado, en conferencia de prensa en la cancha dos de Ciudad Universitaria, donde el atacante se retiró tras la aclaración, el director deportivo de la institución, Mario Trejo, comentó que había hablado con la directiva de los Tuzos.

Lo platicó con Andrés Fassi, director deportivo, y “acordamos que ya no queremos más escándalo. No deseamos ensuciar esta situación. Por eso le pedimos a Ramírez que aclarara las cosas”.

Trejo explicó que se trató de un “malentendido”, se sobredimensionaron las palabras de Daniel, por lo que “hechas las precisiones pertinentes debe darse carpetazo al asunto”.

Piensa que muerta la rabia se acabó el perro. O al revés, volteado.

Aceptó que en el medio del futbol pueden darse ese tipo de situaciones, que surgen como rumores en el sentido de que los técnicos o los árbitros solicitan dinero.

“La verdad, siendo honesto, no conozco ningún caso que se haya documentado”.

Cuando se ha “documentado” nadie hace caso. Habrá que ir a los tribunales para que las cosas cambien en el futbol mexicano.

Trejo, de profesión odontólogo, a quien dicen “doctor”, fue un mediano jugador de Pumas en la década de los 70s. Tiene casi 25 años como directivo, tras colgar los botines.

Recuerdo que en 2007 el brasileño Evanivaldo Castro Cabinho, goleador histórico del futbol mexicano, e ícono de Pumas, denunció que en el cuadro universitario era una práctica común que todo entrenador que llegaba pedía dinero a los jugadores por alinear.

Nunca mencionó a Hugordolfo Gelatino Sánchez por su nombre, por educación, pues ambos fueron compañeros en la cancha, pero era obvio que se refería también a él.

Incluso, el mismo sobrino del multi-pichichi español, Horacio, quien tuvo un paso efímero con Pumas, con Hugo como director técnico, también denunció que su tío exigía dinero a los jugadores por alinear.

 

Y no sólo eso: cuando le solicitaban autógrafos al ex jugador del Real Madrid, para evitarse la molestia de firmar, playeras, revistas, balones, banderines, sacaba postales con su imagen de futbolista ya firmadas. Eso sí: no eran de a grapa.

Cobraba 50 pesos por cada una.

Pero este fenómeno antideportivo, del cobro a los jugadores por alinear, se remite a finales de los años 70s. El técnico uruguayo, Carlos Miloc, fue uno de los principales precursores en pedir dinero a los futbolistas, no por jugar, sino por su contratación a los equipos donde iba.

Hay dos anécdotas más que vinculan a las chorrillentas –por el tono de su playera—Aguilas, reflejo de la filosofía estulta de su propietario, Emilio Azcárraga Jean, propietario de la Telermierda, Televisa.

Allá por 1994, trascendió, de manera extraoficial, en los campos de Coapa, al sur del Distrito Federal, que Roberto Chapa, uno de los jerarcas del América, exigió dinero a Cuauhtémoc Blanco, cuando estaba transferible, para evitar que fuera vendido o prestado a otro club.

Y lo peor:

José Guerrero, entrenador de fuerzas básicas de las Chichicuilotas, llegó en 2001 indignado a las oficinas de Notimex, en la calle de Morena, Colonia del Valle. En aquel entonces este agorero tecleador  fungía como jefe de la sección deportiva de la agencia noticiosa gubernamental.

Me sorprendió su relato, luego de ser despedido injustificadamente, sin las liquidaciones correspondientes:

Era práctica común que los entrenadores de fuerzas básicas condicionaran la inclusión de los infantes en los partidos a cambio de favores sexuales de sus madres.

Y sigue la mata dando.

Ni px: futbol de Marte.

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Twitter y Facebook: @kalimanyez

(Contacto también para la publicación de Agora Política y Agora Deportiva en prensa escrita, radio y televisión)

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