Así de fácil
Juan Chávez
Otra leyenda que nada tiene que ver con la disputada tumba del bíblico rey David (Vaticano-Israel), es la de los moldes divinos de donde brotaron las copas de champán.
La leyenda dice que los pechos de María Antonieta, la bella y última reina francesa cuya cabeza fue cortada por la guillotine de la Convención, fueron moldes en aquellas copas concebidas de porcelana.
A la esposa de Luis LXI le gustaba la rubia y burbujeante bebida y se cuenta que ella misma decidió como quería que fueran y mostraba orgullosa su busto para señalar al artesano que quería sus copas igual que sus dos bellas protuberancias.
El nombre de copas, para definir la talla del brassiere requerido pudo haberse derivado a la similitud empleada por la soberana.
Hay otra versión más antigua. Esta data de los tiempos de Elena de Troya, cuyos pechos, se dice, fueron molde para unas copas.
En la isla de Rodas, en aquellos tiempos de la historia helénica, existía un templo en el que podían contemplarse unas copas que habían sido fabricadas conforme al modelo de los admirados senos de la histórica Elena.
Cuentan las leyendas que Elena traía del rabo a su esposo París. De ahí que se sostenga, como vox populi, que jalan más dos tetas que una carreta. En fin.
Lo cierto, lo evidente, es que las mujeres saben lo que tienen que lucir. De eso no hay duda.
El hombre sueña con beber en réplicas de los senos de la amante que lo traen loco. Este es el dato duro de la historia del sostén, como lo es de judíos y cristianos ese museo de la tumba de David que hoy está en la polémica con motivo de la visita que el papa Francisco hará a ese sitio sagrado el 26 de este mayo.
La chica neoyorkina que concibió hace 100 años el corpiño, de 19 años, fue Mary Phelps Jacob, que la patentó pero no se hizo rica porque luego vendió la patente en 1,500 dólares. Toda una bagatela.
Su confección, sencilla, fue un corset reducido, como los sujetadores que conocemos hoy.
Se trataba, decía ella, de reemplazar el rígido corset, cortado debajo del pecho y atado con un par de tirantes y con varillas de filamento de ballenas, para levantar el busto y afinar la cintura.
Sobre la disputa ahora por la tumba de David, habría que echarle la culpa a otra Elena: la madre del emperador Constantino que, en su afán por coleccionar reliquias de la Pasión cristera, señaló ese sitio en el cerro de Sión, como el mismo donde se efectuó la Última Cena.