La estación terminal Mixcoac, de la Línea 12, se llenó ayer de magia y colorido, con la presentación de la Guelaguetza, el mosaico folklórico más representativo del estado de Oaxaca, que disfrutaron cientos de usuarios del Sistema de Transporte Colectivo en el foro Octavio Paz.
El numeroso público, sentado y de pie, gozó durante dos horas, este espacio cultural, al interior de la estación Mixcoac, para conocer y disfrutar, mediante bailes y piezas musicales, las costumbres y la cultura de las ocho regiones tradicionales de Oaxaca: La Costa, Cañada, Papaloapan, los Valles Centrales, Sierra Norte, La Mixteca, La Sierra del Sol y el Istmo de Tehuantepec.
Desde las 12:00 y hasta las 14:00 horas, los usuarios del Metro fueron gratamente sorprendidos con este singular y colorido mosaico folklórico ofrecido por la representación del gobierno del estado de Oaxaca en la Ciudad de México, danzas de las distintas regiones, enmarcados con la música tradicional de banda mixteca.
Los usuarios conocieron y disfrutaron de algunas de las piezas folklóricas que integran el espectáculo de la Guelaguetza, como son: el Jarabe del Valle, la Danza de la Pluma, Flor de Piña, Jarabe Mixteco y la mundialmente conocida Sandunga, el baile representativo de la región del Istmo de Tehuantepec.
Así, los Metronautas que ayer, al mediodía, caminaban por los pasillos de la terminal Mixcoac, de la Línea 12, detuvieron su andar para convertirse en espectadores de la Guelaguetza, y disfrutar la singular ejecución de las danzas regionales de las ocho zonas de Oaxaca.
A través de los llamativos y coloridos atuendos de los participantes de la Guelaguetza, el público del foro Octavio Paz, disfrutó de un viaje mágico al estado de Oaxaca, y convirtió su andar al interior del Metro, en una agradable tarde de domingo.
La Guelaguetza, es la más importante costumbre del pueblo de Oaxaca, se deriva del vocablo zapoteca “Guendalezaa”, que significa “ofrenda, presente, cumplimiento”. Durante la época de la colonia, se acostumbraba en Oaxaca que los ricos hacendados españoles recibían, de parte de los indígenas que les cultivaban sus tierras, las primicias cosechadas en los campos.
