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2 de Octubre sí se olvida

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Agora Política

Jesús Yáñez Orozco

Fue una profunda herida en el cuerpo deteriorado, putrefacto, cadavérico, que simbolizó México – que sigue sin cerrar y destila pus a la fecha– la ominosa masacre del 2 de octubre de 1968 a manos del Ejercito Mexicano, orgia de balas, rifle y bayoneta calada en ristre, cuando estaba en sus últimos estertores el eufemístico Desarrollo Estabilizador, cuando todavía un bolillo costaba 10 centavos, y que ahora vale un peso 60 centavos, en promedio.

 

Dolor y dinero de la mano.

Tanquetas, autos, camiones, uniformes verde olivo, cascos, botas militares, armas, cuchillos, salarios de soldados, pagados con impuestos de los mismos asesinados. 

Si el solo recuerdo de ese hecho hace que duela el alma, se multiplican los sentimientos de rabia contenida y  animadversión al poder, cuando las imágenes son observadas y se mira cómo nuestros compatriotas son inmisericordemente masacrados por el ‘fuego amigo’, como si viéramos escenas de la eufemística guerra en contra del indefenso Vietnam por parte del país de las Bardas y las Estrellas a miles de kilómetros de distancia.

Su único pecado era ser diferente al mundo occidental: abrazar el socialismo.

A través del Canal 22 este dos de octubre volvió a recrearse el dolor que duele, interminable festín de muerte.

Y salvar a la patria del ‘comunismo’ era una cuestión de “honor” nacional para el gobierno Gustavo Díaz Ordaz (con cuyas siglas se ironizaba: DOG), con el apoyo del país de las Bardas y las Estrellas, en combinación conel absoluto autismo mediático.

Fue un movimiento social –en protesta contra los gobiernos priistas tiránicos, dictatoriales, con la máscara de democráticos, y la galopante crisis económica– en el que además de estudiantes de la UNAM, IPN, y diversas universidades, participaron profesores, intelectuales, amas de casa, obreros y profesionistas en la Ciudad de México y que fue reprimido y, finalmente, disuelto en diciembre de ese año.

La feroz barbarie fue cometida por el grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia, la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS) y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación convocada por el Consejo Nacional de Huelga, órgano directriz del movimiento.

De acuerdo con lo dicho en 1969 por el mismísimo Luis Echeverría Álvarez, entonces secretario de Gobernación, fue DOG el responsable de la matanza.  

Posteriormente fueron acusados Echeverría, Díaz Ordaz y otros altos funcionarios de haber trabajado para la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Y luego otra vuelta de tuerca de la ignominia: el llamado Halconazo, del 10 de junio de 1971, encabezado por paramilitares, la mayoría originarios de la provincia mexicana, adiestrados entre otros lugares, en el Bosque de Aragón, mataron estudiantes a un costado de la Normal Superior.

Ambas matanzas  estuvieron barnizadas por la mentira e impunidad institucional, que se agudiza a la fecha, con Su Alteza Serenísima.

Y que ahora, de nuevo, como aquél entonces, los estudiantes del IPN, en el marco de su movimiento de democratización educativa en ese instituto, denunciaron la tergiversación de su labor por la prensa en general, en particular del duopolio de la telemierda, Televisa-TV-Azteca.

“¡Prensa vendida!” fue el grito en 1968.  Es el clamor generalizado ahora.

Los dueños de los medios informativos siempre, irremediablemente, al servicio del poder.

Responsable directo en ambos casos –como en muchos otros— es el Jefe Supremo del Ejército Mexicano: el Presidente de la República. El y solo él tiene la facultad de ordenar la represión de sus hermanos, sacando al Ejército de sus cuarteles y ordenándole disparar a matar.  

Nadie más.

Bueno, sí, matizo: La Casa Blanca.

PRI-Estados Unidos-Televisa –entonces Telesistema Mexicano— Trinidad Maldita que prohijó y consolidó el Establishment burgués, ahora conocido como el vacuo neoliberalismo.

Porque la CIA, cuyos tentáculos fueron parte medular en la represión estudiantil 46 años atrás, lo hizo espantada con el petate del muerto del comunismo.

Y si combatían el socialismo en el otro lado del planeta, Vietnam, con más razón lo harían en su patio trasero.

O el trasero del patio.

Da Igual.

Ya habían escarmentado los Cara Pálida con el triunfo y consolidación de la Revolución Cubana, en 1959, para permitir que sucediera algo similar en los límites de los tres mil kilómetros de su frontera con nuestro país.

No se iban a tomar la molestia ni siquiera de invadirnos.

¿Para qué gastar parque inútilmente?

Para eso tienen de títere al Presidente de la República en turno. O la incondicional cúpula de generales, muchos de ellos adiestrados –amaestrados- en West Point que, en todo caso, y de ser necesario, serían coaccionados para encabezar un golpe de Estado.

Como ocurrió, después, en Chile y la mayoría de los países del Cono Sur.

Hacen lo que allá se dice. América para los americanos… del norte.

Suena simple, llano.

Pero es así de crudo.

Incluso, cuando Lázaro Cárdenas del Río osó nacionalizar el petróleo el gobierno Cara Pálida estuvo a un pelo de rana calva de invadir territorio nacional, algo que era casi una costumbre durante el siglo antepasado, luego de la anexión de Texas.

Durante la masare  en la Plaza de las Tres Culturas, los soldados, apoyados por tanques y grupos paramilitares dispararon  contra unos 10 mil jóvenes –hombres, mujeres, ancianos, niños incluidos– que permanecían pacíficos en la explanada de Tlatelolco.

Los atacantes se identificaban entre sí por un guante blanco en su mano izquierda.

Al llegar la noche habían sido asesinadas 500 personas y otras seis mil permanecían detenidas, muchas de las cuales fueron sometidas a despiadadas golpizas.

Para el gobierno sólo hubo 20 insignificantes cadáveres.

Muchos de los aprehendidos fueron obligados a firmar declaraciones falsas que los llevaron, ipso facto, a Lecumberri, conocido Palacio Negro.

Recuerdo que durante 1968 cursaba yo el primer años en la Secundaria número 20, ingeniero José Artega, en la Colonia Pensil.

Escuchábamos rumores de que una vez implantado el socialismo las mujeres serían esterilizadas, los niños enviados a la Unión Soviética, las iglesias católicas cerradas e incendiada la imagen de la Virgen de Guadalupe en el mismísimo Tepeyac.

Versiones mediáticas publicaban o difundían que fuerzas externas –de países socialistas, URSS, en particular– a través de los estudiantes,  pretendían boicotear los Juegos Olímpicos de 1968.

A raíz de las masacres de 1968 y 1971, se prohibió toda concentración masiva en el Distrito Federal, por temor a que fuera asaltado el Palacio Nacional.

Por eso fue que durante el Mundial de 1970, los Ratones Verdes Famélicos fueron sacados del Estadio Azteca y enviados a jugar contra Italia, en el estadio La Bombonera, de Toluca, donde fueron cazados a punta de goles y eliminados de la justa, que se antojaba para que fueran por primera vez campeones en estas lides balompédicas.

Y por eso, también, el memorable Festival de Avándaro, de septiembre de 1971, se realizó en esa localidad de Estado de México, gobernado entonces por el inefable Carlos Hank González. En principio se tenían calculados unos 20 mil asistentes, pero acudieron alrededor de 250 mil. Fue un fugaz respiro de libertad para todos los que estuvimos ahí.

No se ha repetido algo similar. Ni ocurrirá.     

Mas cuántas veces, durante los últimos 46 años, las Fuerzas Armadas se han visto involucradas en hechos sangrientos contra sus propios hermanos de sangre.

Acteal, Aguas Blancas, y recientemente, le ejecución de 22 presuntos delincuentes ejecutados en Tlatlaya, Estado de México.

A las que habría que sumar, de acuerdo con las primeras investigaciones, otros crímenes de Estado.

Como, todo hace suponer, el de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, de Iguala, Guerrero, pues se los llevaron policías, y ahora se les quiere vincular con la delincuencia organizada.

Estas represiones son reflejo del vacío de poder que priva en todo el país, que ha arrojado más de 120 mil muertos en los últimos siete años de gobiernos PRIANistas, en la lucha contra la delincuencia organizada, en combinación con la crónica injusticia social convertida, ya, en pandemia nacional.

De los poco más de 120 millones de habitantes, 60 viven en pobreza, 40 en pobreza extrema, y 11.5 se mueren de hambre en este momento.

Aquél 2 de octubre fue el sangriento termómetro de una sociedad hastiada ante la intolerancia oficial, desde 1929, cuando nació el abuelito del PRI, el PNR.

Casi 40 años de gobiernos de dictadura e ignominia hasta 1968.

Incluso, la desigualdad social y el despotismo oficial se consignan en un sinnúmero de películas de la mal llamada  Epoca de Oro del cine mexicano.

Cantinflas, Tin Tan, los hermanos Soler –Fernando, Andrés, Julián y Domingo— Sara García, Joaquín Pardavé, las letras de las canciones de Chava Flores –“Bartola: hay te dejo esos dos pesos: pagas la renta el teléfono y la luz”– hablaban de los gobernantes crápulas, el encarecimiento de la vida y los magros salarios.

La miserable miseria nacional, burda parodia de la realidad, en las películas del  inefable inmortal Pedro Infante.

La pobreza, a través de la cual se es feliz, como artículo de consumo, con el irrestricto apoyo gubernamental.

Cine como opiáceo del pueblo. Igual que ahora, pero con las televisoras.

En días pasados el veterano periodista, egresado de las filas de Excélsior, del entonces director Julio Scherer García,  Raúl Hernández Rivera –que tiene el blog Barlovento sobre comercio exterior hace siete años, y El Tlacuilotv, en Youtube– me pidió opinar sobre el movimiento politécnico.

Esto escribí:

Son varias reflexiones a ojo de buen cubero. He visto emocionado, la neta, los dos encuentros de los estudiantes en Bucareli. Y La virtud del movimiento politécnico, entre otras, fue que provocaron que a Migue Angel Osorio se le hiciera el Chon de yo-yo.

A diferencia del primer diálogo, donde se le miró relajado, incluso sonriente en momentos, esta vez estaba sumamente nervioso. Lo trataron de igual a igual los chicos, como se debe hacer con cualquier servidor público.

Lo bajaron de su pedestal para hacer horizontal y no vertical, como siempre sucede, la relación de la sociedad con el poder.

¡Chapó!

Y, como en el movimiento estudiantil de 1968, la historia se repite: Denunciaron a la “prensa vendida”.

Insistieron en la forma en que se ha tergiversado su movimiento desde el poder mediático. Y eso, obvio, es línea de la misma secretaría de Gobernación.

Sabemos que, salvo casos excepcionales, todos los empresarios de los medios informativos dependen de ella. Están ávidos de dinero con  el pretexto de (des) informar.  

Eterno doble discurso.

Mi hipótesis es que el Dueto Miseria, Peña-Osorio, intentará desgastar el movimiento. Aplicarán el clásico: divide y vencerás. Y en mi exacerbado ‘escepticismo esperanzador’ auguro que, una vez titulados los alumnos, como profesionistas de excelencia, y no técnicos capacitados, de todas formas la demanda de su fuerza de trabajo se reducirá a su mínima expresión: Obreros calificados.

Así lo establecerán las empresas nacionales y trasnacionales en el marco de las anodinas reformas estructurales.

Magros salarios para pagar excelencia académica.

Tendrán las trasnacionales mano de obra buena, bonita y barata.

¿Cuántos profesionistas, con doctorado, incluso, egresados de la UNAM, acaban de acomoda-coches en restaurantes de lujo en Insurgentes, las colonias del Valle, La Condesa, entre otras?

Y la misma exigencia de que se investigue a la señora Yoloxóchitl Bustamante, por malos manejos como directora del Poli, debería extenderse a José Narro, rector de la UNAM. Forma parte de la élite universitaria, dirigida por “porros perfumados”.

 Y, como mayor agravante: él y varios de sus antecesores, entregaron mi Alma Mater a las garras de Televisa.

Somos, como egresados de la Universidad, cómplices directos e indirectos de la telemierda.

Siento un pellizco en los tanates –perdón por la guarrez– cuando aparece el promocional donde dice “fundación Televisa-UNAM”.

Porque, ya para terminar, de alguna manera todos los universitarios, avalamos a la sexagenaria oxigenada Señorita Laura, o como se llame la madre putativa de Emilio Azcárraga Jean.

Y, sí: Homero Addams, el que habita Los Pinos, habrá de relamerse los bigotes para reprimir a los chicos, como lo hizo con los comuneros de Atenco, cuando era gobernador del Estado de México.

He dicho.

Te abrazo.  

Pero es tal en sentimiento de orfandad, incertidumbre, e indefensión ante un frágil futuro promisorio, que ocurre un singular fenómeno entre los jóvenes mexicanos que deberían estar en las aulas.

En el año 2012 se registraron 826 suicidios en adolescentes de entre 15 y 19 años, lo cual representa el 7.4 por ciento de muertes, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) de 2014.
En los últimos 30 años, el índice de personas que se quitaron la vida aumentó en un 300 por ciento.

De 1990 a 2012, la tasa de suicidios en México presentó una tendencia creciente de 114 por ciento, al pasar de 2.2 a 4.7 casos por cada 100 mil habitantes, según el Inegi.
Con motivo delDía Nacional y Mundial para la Prevención del Suicidio, el pasado 10 de septiembre, el Inegi indicó que en México la publicación de datos sobre intentos de suicidio y suicidios consumados comenzó en la década de 1930, mientras que en 1995 inició su publicación detallada.
Los registros administrativos en 2011, señalaron al país con uno de los niveles más bajos mundialmente, con una tasa de suicidios de 4.9.

En contraste, y para ver de qué lado masca la iguana de la rampante injusticia social, México se ubicó este año como el país número 21 (de 40) con el mayor número de multimillonarios.

Cuentan con una riqueza individual superior a los mil millones de dólares, al sumar 27, cinco más que el año pasado, de acuerdo con el censo Wealth and UBS Billionaire 2014 (Riqueza y Billonarios 2014).

Juntos acumulan activos por 169 mil millones de dólares, casi el equivalente a la deuda externa de México.

Según esta medición, que se publica cada año, el número de multimillonarios mexicanos subió 23 por ciento, al pasar de 22 a 27 de 2013 a 2014. Sus activos representan 32 mil millones más con respecto a los 137 mil millones de 2013, lo que ubica a México en el lugar 21 de 40 países con el mayor número de magnates.

De ellos, 21 de los 27 viven en la ciudad de México.

Aunque el censo no revela los nombres del privilegiado grupo, en la lista estarían los cinco hombres más ricos de México:

Carlos Slim Helú (Carso), Germán Larrea Mota-Velasco (Grupo México), Alberto Baillères González (Peñoles y Palacio de Hierro), Ricardo Salinas Pliego (TV Azteca) y Eva Gonda Rivera (Grupo Femsa). 

En su mayoría, la fortuna de los billonarios mexicanos se debe a que sus negocios son principalmente familiares y la mayor parte se dedican al comercio, manufactura y alimentos procesados, a la gruesa sombra del poder en turno.

Sólo a la empresa del Canal de la Estrellas, propiedad de Azcárraga, la secretaría de Hacienda, a cargo de Luis Videgaray, le condonó, el año pasado, impuestos por tres mil millones de pesos. 

En este contexto, el 2 de octubre de 1968 sí se olvida, porque El Príncipe insiste en repetirlo con más represión.

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