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Entresemana

Moisés Sánchez Limón

Un día de abril de 2011. Comienza a caer la tarde calurosa y, en una calle del centro de Chilapa, Guerrero, tres adolescentes de clase media alta bromean, bailotean en una esquina próxima a un salón en el que funcionarios de los gobiernos municipal y estatal están reunidos con representantes vecinales.

 

Las atractivas adolescentes vestidas con faldas escolares y tobilleras, pelo largo y mejillas arreboladas cantan una tonada moderna y bromean, hacen bullying con una de ellas pero ésta se defiende y brincan de una acera a otra. Luego se sientan en el escalón del acceso principal de una de estas casas de teja roja y gruesos muros de adobe, repellados con un manto de cemento.

Es mediodía y la canícula obliga a beber algo fresco; una de las adolescentes saca de su bolso una lata con bebida estimulante que comparte con sus compañeras. Pareciera que esperan a sus prometidos, quizá sólo pretendientes. Una de ellas se queja:

–Ya se tardó…

–Espera, espera, ya viene—le responde la que aparenta más edad.

De pronto aparece, en el sentido norte-sur un automóvil deportivo; ruge el motor del vehículo escarlata. Frena y desciende un individuo de unos 30 años, se quita los lentes oscuros y se dirige a las chicas.

–Ya, ya, aquí lo tienen…

Mecánica harto conocida entre éste y ellas. La mayor entrega al sujeto un rollo de billetes y él desliza en su mano un paquete con bolsitas de plástico que contienen cocaína. Cuestión de un par de minutos, cuando mucho, en el intercambio de bromas entre el que, sin duda, es el narco menudista de moda y bien conocido por quienes dirían, llegado el caso, no conocer y las adolescentes consumidoras de droga.

Es Chilapa, en abril de 2011, la puerta a la región de La Montaña guerrerense. Niñas bien y narcos mejor; autos de lujo y la advertencia para el fuereño: “Nomás no salga de noche del hotel; no salga, por su bien.

Cae la tarde de canícula con una de las incontables transacciones de compra venta de drogas. Y en el salón próximo, con silentes ventiladores que apenas ahuyentan el calor soporífero, autoridades municipales y estatales, intercambian propuestas para dizque mejorar la economía regional y garantizar seguridad pública. Seguridad pública, señoras y señores…

Por la mañana, en el estacionamiento de uno de los centros nocturnos o discoteca instalada en la avenida principal, rumbo a Tixtla, un solitario adicto recoge bolsitas de plástico, vacías, en busca de reunir acaso una dosis. Alfombra plástica, vestigio de la fiesta nocturna en esta ciudad donde cada domingo se instala un gigantesco tianguis en el que indígenas poblanos y guerrerenses llegan a trasegar sus productos.

–Mucha droga–, le comenta el fuereño al vigilante del estacionamiento al costado de la discoteca.

–Mucha, mucha –responde. Pero aquí no hay quien ponga alto; muchos jóvenes adictos, muchos delincuentes. Todos saben, jefe, quiénes son los que venden la droga, quiénes son los jefes de las bandas. Pero nadie se atreve a detenerlos, porque lo matan, lo desaparecen y luego aparece descabezado.

La noche anterior, cuando el grupo de fuereños llegó a Chilapa procedente de Chilpancingo, los jefes de la plaza les pusieron “cola”. Los siguieron hasta que se hospedaron y comprobaron que no eran policías ni miembros de una banda contraria. De otra forma habría corrido sangre.

Chilapa histórica, Chilapa en la zona de La Montaña, con calles estrechas que tienen olor a tierra y a miedo. La reunión de las autoridades concluyó con promesas, con ofertas. El candidato del PRI a la Presidencia de la República, Enrique Peña Nieto tenía programada, una semana después, gira de campaña por Acapulco y Chilpancingo. No, Chilapa no estaba en el programa.

Todo el mundo sabía que las mafias del narcotráfico y del crimen organizado se peleaban las plazas; en Acapulco las ejecuciones se habían vuelto normales como el clavado desde La Quebrada; en Chilpancingo había calma chicha, pero de Iguala para adelante, rumbo a Ciudad Altamirano, por las veredas de Taxco y Cocula e Ixcateopan, era tierra de nadie.

Desde esos días el gobernador Ángel Heladio Aguirre Rivero sabía de lo podrido en municipios como Tixtla y Acapulco, Ometepec –su tierra de nacencia—y las poblaciones de las costas Chica y Grande; de esta ciudad de pincelazos de postal provinciana donde las jóvenes, los jóvenes compran droga a plena luz del día y en las colonias populares de Acapulco y en barrios de municipios importantes cualquier pelado se cobra la afrenta con la vida del vecino. Y fue omiso.

Todo el mundo sabía, desde 2011 y años antes que Guerrero era indomable porque, a la ancestral pobreza se sumaba la insultante violencia que la autoridad gubernamental no quería y nunca quiso ver; mucho menos combatir. Para qué, si al final del día era el gatopardismo de ofensiva y criminal omisión. ¿Es inocente Ángel Heladio? ¿Tiene la protección juarista que dicta: A los amigos, justicia y gracia? Digo.

VIERNES. Este jueves, el presidente Enrique Peña Nieto, acompañado por el  secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, inauguró el puente Coyuca de Benítez que fue reconstruido, una vez que lo dañaron severamente los embates de la tormenta tropical Manuel y el huracán Ingrid del año pasado. Este acto se enmarca en las acciones contenidas en el Plan Nuevo Guerrero.

Dicho puente forma parte de la carretera costera y une a las poblaciones de Acapulco y Zihuatanejo, centros turísticos de suma importancia para la región. El nuevo puente tiene 785 metros de longitud;  sus bases tienen más de 25 metros de profundidad, contará con espacio para peatones y está  hecho para resistir los embates de la naturaleza como desbordamientos o sismos.

La SCT invirtió 560 millones de pesos en este puente que registra una circulación diaria de nueve mil 131 vehículos y beneficiará anualmente a 9 millones 332 mil usuarios

El secretario Ruiz Esparza informó al presidente Peña que la SCT ha invertido durante este año en Guerrero siete mil 500 millones de pesos, fundamentalmente para restaurar la autopista México-Acapulco, que  desde diciembre del año pasado ha reducido en 50 por ciento la cuota.

En el marco del Plan Nuevo Guerrero,  la SCT ejercerá 16,500 millones de pesos destinados a reparar infraestructura carretera y reconstruir 1,035 caminos y 134 puentes rurales en toda la entidad, trabajos en los que han participado activamente las constructoras locales. Conste.

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@msanchezlimon

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