Yo Campesino
Miguel A. Rocha Valencia
Sin mayor preámbulo surgió la pregunta ¿Qué pasaría en Estados Unidos si por una vez se lograra impedir el paso de droga a esa Nación?
La respuesta fue que cerca de 30 millones de estadunidenses se volverían locos y se provocaría un grave problema de violencia pues las drogas escasearían, encarecerían y la criminalidad se iría a niveles insospechados.
Por ello y porque ese mercado representa más de 300 mil millones de dólares anuales que son parte del ingreso de Estados Unidos, no podrá acabarse con el tráfico “ilegal”, por más que se nos acuse. México es el principal proveedor y es el territorio de acceso a ese gran tesoro llamado drogas “ilícitas”. Aquí no se incluye a los millones de estadunidenses que abusaron de medicamentos sicoterapéuticos como tranquilizantes, estimulantes o analgésicos para “no sufrir” y que también son un mercado codiciadísimo pues se integra con siete millones de consumidores.
Tampoco se incluye en esas cifras de drogas ilícitas, a los consumidores de mariguana con 19 millones de usuarios, el 1.8 millones de cocainómanos y los que se “conforman” con alucinógenos, inhalantes y heroína.
Los datos corresponden a la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y la Salud (NSDUH, por sus siglas en inglés), que realiza anualmente la Administración de Servicios de Abuso de Sustancias y Salud Mental (SAMHSA, pssi) en 2011 y advierte que a raíz de la autorización para el consumo de mariguana en varios estados de la Unión Americana, los usuarios crecieron en cuatro millones de personas.
Es decir hablamos de un universo que para estas fechas alcanzaría los 45 millones de drogo-fármaco-adictos, o tal vez más.
Pero el asunto no es exhibir el “progreso” del mercado de drogas en Estados Unidos ni lo que representan en su PIB y para muchos honorables empresarios, sino dejar en claro por qué el que se considera ilícito negocio en México no se va a acabar y lo que influye en nuestro entorno a grado tal que personajes del mismísimo Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (Cisen) comenten que vivimos en un “Estado Narco” y explicarnos así corrupciones, impunidades que están a la vista de la sociedad y que la “autoridad” permite.
Incluso podría hacerse un comparativo con lo que ocurriría en cualquiera de los reclusorios mexicanos donde es difícil encontrar población que no tenga algún tipo de adicción.
La criminalidad se dispararía irremediablemente si no tuvieran suministro legal o soterrado de drogas. La corrupción ahí se explicaría en la complicidad de la autoridad que otorga las concesiones a cambio de carretadas, incluso por la distribución de cerveza o alcoholen dormitorios, comedores y restaurantes “autorizados”.
Todo eso se sabe y nada pasa, se permite, la autoridad se vuelve ciega ante un ilícito considerado necesario y que en su crecimiento subyace un negocio multimillonario y por eso lo estimulan, incluso inocentemente con la publicidad pública donde hermosas mujeres y autos lujosos, nos dan un sueño inalcanzable, pero si envician porque así conviene a generosos y respetables empresarios con negocios lícitos donde se lava lo ilegal, eso sí, bajo el manto protector de alguien de gobierno. Complicado ¿No?
