- Es posible, pero no probable, que esta ciudad sea santuario de las familias de los barones de la droga, porque así se dieron las circunstancias y así lo estableció un supra poder
El concepto de santuario no se ha modificado. Al amparo de alguna idea, de una divinidad o un poder terrenal, hay lugares, espacios públicos o privados, donde el o los supuestos delincuentes y/o apóstatas no pueden ser alcanzados por el brazo de la ley, por las ganas de imponer justicia, por la incontenible fuerza de demostrar quién manda, mangonea y está a cargo.
Comprender la dimensión de declarar santuario un lugar o una ciudad, puede facilitarse con la lectura deNuestra Señora de París, de Víctor Hugo, y/oSantuario, de William Faulkner. Hasta el momento nadie ha desmentido que San Nicolás de los Garza, Nuevo León, continúe funcionando como refugio, lugar de tregua, santuario para las familias de los barones de la droga, empeñados en esa idea descrita por Mario Puzo en el destino prefigurado para Michael Corleone, nulificado por el intento de asesinato ordenado por Virgil Solozzo. La aspiración es viable, pues los hijos no deben pagar las culpas de los padres.
Tampoco nadie puede desmentir que el DF se haya constituido en santuario para las familias de los barones de la droga. Hay excesos, sí, como los cometidos por la delincuencia organizada que opera desde los reclusorios a cargo del gobierno de esta ciudad, y los crímenes sangrientos, con demasiada crueldad, como los que dejaron los cadáveres del caso Narvarte.
¿Por qué el DF sería el santuario ideal para los familiares de la delincuencia organizada? Las razones son múltiples, van desde las de orden legal y constitucional, hasta las de satisfacción de servicios y viabilidad económica.
Esta ciudad es asiento de los poderes de la Unión. Un desmadre aquí daría al traste con el orden legal; los mejores servicios están en el DF, sean educativos, de salud, recreación y/o entretenimiento; el dinero aquí se mueve, la mejor manera de lavarlo es en la industria de la construcción. Para donde voltee el observador, podrá constatar el ritmo acelerado de edificaciones que reconfiguran el rostro de la capital del país, de manera legal e ilegal, porque se edifica incluso en lugares donde no debe hacerse o no debió ocurrir, como en el caso de Santa Fe, idéntico al de Punta Diamante -aunque por distintas razones de uso y mecánica de suelos-, lo que no importa, porque de lo que se trata es de convertir en blanco un dinero cuyo origen fue negro, y si en ese tránsito algo se pierde, alguien se queda con esas cantidades, y no es nada más la autoridad.
No le demos vueltas, lector, porque es posible, pero no probable, que esta ciudad sea santuario de las familias de los barones de la droga, porque así se dieron las circunstancias y así lo estableció un supra poder.
