Columnaria
Juan Chávez
El terrorismo desatado contra París por los extremistas del autonombrado Estado Islámico dejó 129 muertos y centenares de heridos, pero también abrió en muchas mentes el pasado, que parece empeñado en regresar.
La Batalla de Argel, una película estrenada en 1965, retrata lo que entonces dominaba al mundo: el terrorismo de Estado.
Un terrorismo desenfrenado de los países europeos contra sus colonias que luchaban por su independencia.
La cinta, producida por Francia y Argentina, pinta la pavorosa violencia desatada contra el pueblo argelino que ya no alcanzó a ver Alberto Camus, el escritor francés de madre argelina y que pasó gran parte de su vida en Argel.
El, un musulmán procomunista, fue también un gran luchador de la libertad de Argelia.
Francia fue el último colonialista en soltarle las riendas a aquellos territorios de ultramar que dominó durante más de cuatro siglos de colonialismo. Aún hoy, cuenta con pequeñas colonias en “ultramar”, hasta donde el presidente Hollande anunció extender el estado emergencia por los atentados del viernes 13 contra París.
Dicen que los terroristas islámicos, al entrar a la sala parisina Bataclan, gritaron “Les vamos a hacer lo mismo que ustedes nos hacen en Siria”.
Con una expresión así, el ataque terrorista a la Ciudad Luz, parecería una venganza.
Pero no hay necesidad de ir tan lejos.
Los yihadistas del Estado Islámico pretenden extender su terrorismo al mundo, como forma de recuperar aquel impero –el otomano—que los árabes ejercieron por casi 9 siglos, y en el que extendieron, a las tierras que dominaban, su credo islamita.
Claro, su grito de guerra –“Alá es más grande”— los alienta porque si alguien es fanático de su religión es el árabe musulmán.
Con la siembra del terror, el líder del IS, Abu Bakr Al-Baghdadi, alimenta su sueño.
En todo, hay que estar con Alberto Camus, Premio Nobel de Literatura, que no justificó jamás “un terror con otro terror” y no apoyarse en “el crimen del contrario para justificar el propio crimen”.