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Y a mí el Brexit, ¿qué?

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POR LA ESPIRAL

Claudia Luna Palencia
 
Hace un par de décadas atrás decíamos aquello de “si estornuda Estados Unidos” para  anticipar que habría entonces una especie de gripe económica local o al menos  lo más focalizada posible.
La globalización ha roto todos los paradigmas, haciendo una economía sin fronteras, y esto tiene sus consecuencias buenas y malas. Es como lanzar un boomerang con efectos variopintos dependiendo del grado de vulnerabilidad de cada país ante su exposición al riesgo.
En el libro “La crisis del capitalismo global”, su autor George Soros  reflexiona muy al final del ensayo acerca  de las crisis financieras: “Hay cierto grado de examen de conciencia pero el ámbito del actual debate público es demasiado estrecho”.
Y es que son tantos los factores que pueden desencadenar una crisis financiera algunos inclusive por insospechados han saltado hasta los mismísimos platós de Hollywood: un empleado hábil y mañoso altera las cuentas, las infla a tal grado de dejar en ceros el valor contable de un gran banco de inversión es algo que no se creería posible en la vida real…empero ya sucedió.
Dentro de la solidez del sistema financiero internacional hay  una vulnerabilidad intrínseca derivada precisamente de la revolución tecnológica abierta e interrelacionada.
Ahora los hackers en el sistema financiero mundial son la nueva amenaza y si Rusia  flaquea el mundo tiembla y si Gran Bretaña quiere irse de la Unión Europea media aldea global se infarta. 
Ésta es nuestra alocada realidad. Hace unos días una buena señora de más de sesenta años me preguntó por qué demonios ella debería interesarse si el Reino Unido se pone patas para arriba; si España sigue sin formar Gobierno o si a Nicolás Maduro se le cruzan los cables en Venezuela.
La respuesta es sencilla: porque la globalización y el avance tecnológico nos ha sincronizado sin querer queriendo, nos ha metido a todos en el mismo vaso  unas veces medio lleno otras medio vacío.
La globalización ha desnudado inclusive la vulnerabilidad de todos los países no nada más sufren los emergentes sino también los industrializados; y hay un efecto de traslado de uno a otro lado de la aldea global porque los especuladores son los verdaderos amos surfeando en las olas de la incertidumbre. 
Por ende, mueven aquí y mueven allá; sacan dinero de un sitio y lo meten en otro en segundos; deprecian una moneda y revalorizan a otra o sacuden un mercado accionario castigando a sus valores selectivos para beneficiar la recuperación de otro parqué bursátil.
El dramón es que cada vez somos más vulnerables a estos movimientos y ha dejado de ser un ataque contra el patrimonio de  determinadas multinacionales o de determinadas economías para afectar al ciudadano de a pie.
A COLACIÓN
Sí  amigo lector lo que pasa en China, en Rusia, en Gran Bretaña por supuesto que le afecta porque todo tiene consecuencias en las expectativas acerca del crecimiento mundial.
Y si se crece menos  se compra menos  y entonces la producción se contrae, hay menos ventas, menores ingresos y por supuesto menos dinero para pagar nóminas, sueldos, salarios y prestaciones; al final todo termina recalando en el empleo.
Todo amigo lector cuanto acontezca en la pequeña gran aldea global -como diría Marshall Mcluhan-, terminará impactando más pronto que tarde y máxime si usted trabaja para una multinacional o bien es empresario en un sector ligado al ámbito externo.
Mi más sincera recomendación, después de la locura del Brexit, es que analice muy bien su personal toma de decisiones, que recalcule su aversión al riesgo y su grado de exposición ante las externalidades.
Ante la volatilidad, la incertidumbre y la especulación cabe una respuesta: la prudencia, una desmesurada precaución y tomarse muy a pecho cualquier toma de decisiones sobre todo cuando se trate de su dinero y de su patrimonio. Recuerde todavía después del Brexit nos faltan las elecciones en  Estados Unidos y…

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