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La victoria del No sorprende al país sin un plan b

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3 de octubre de 2016 | NYT

Tras el inesperado resultado del plebiscito sobre el acuerdo de paz, en el que se impuso el No por un estrecho margen de 54.000 votos, Colombia despertó este lunes con dos grandes interrogantes: ¿qué fue lo que pasó? ¿Qué sigue ahora?

El gobierno, las Farc y el expresidente Álvaro Uribe parecían igual de aturdidos en sus primeras declaraciones. Ni siquiera los más escépticos esperaban este resultado: 50.2 por ciento votó por el No mientras que el 49.8 por ciento votó por el Sí. Y nadie pensó en un plan b. Los tres actores principales solo atinaron a resaltar que mantenían su voluntad de lograr la paz y la necesidad de abrir espacios para un gran diálogo nacional.

El presidente Juan Manuel Santos convocó a todas las fuerzas políticas a una reunión en el Palacio de Nariño (la casa presidencial), pero el Centro Democrático, partido del expresidente Uribe, no asistió a la cita este lunes a pesar de que el mismo exmandatario dijo ayer que le interesaba aportar a un gran pacto nacional. Esta ausencia aumentó el nivel de zozobra e incertidumbre en el país.

¿Qué fue lo que pasó?

En medio de las preguntas, las cifras arrojan algunas certezas: solo el 37,43 por ciento de los colombianos que estaban en condiciones de votar salieron a las urnas. Según los analistas este porcentaje es normal para unas elecciones atípicas en Colombia, unas en las que se votó por un documento y no por un candidato. Para Álvaro Forero Tascón, analista y experto en liderazgo y democracia, “la abstención es parte de la cultura política en Colombia”.

Más allá de la escasa participación, en los departamentos más afectados por el conflicto armado como Chocó, Cauca, Nariño, Guaviare, Vaupés y Putumayo ganó el Sí; mientras que en departamentos donde se concentra la clase media urbana —departamentos como Antioquia, Santander, Norte de Santander y Caldas— ganó el No. Para Forero Tascón es claro que “a mayor distancia del conflicto primó el No, y a mayor cercanía con el conflicto ganó el Sí”.

“Colombia es un país adicto a la violencia política, no conoce otra forma de hacer política”, dice Forero Tascón, quien sostiene que el miedo al comunismo o a una opción de izquierda radical han sido una constante en los 200 años de vida republicana del país.

Varios analistas coinciden en que el mal clima jugó un papel fundamental en la votación. “El día del plebiscito pasó un huracán, un huracán de verdad”, dice César Caballero, analista y gerente general de Cifras y Conceptos, una de las encuestadoras más reconocidas en Colombia.

El fenómeno climático desató una nueva realidad política en la Costa Caribe, considerado un bastión del Sí. La mayoría de los departamentos de esa región —Atlántico, Bolívar, La Guajira y Magdalena— tuvieron porcentajes de participación mucho menores que el promedio nacional.

Además del huracán Matthew, varios encuestadores dicen que el desfase entre las encuestas más recientes —que daban una apabullante victoria al Sí— y el resultado final se debe a un fenómeno que Caballero denomina como el “No vergonzante”.

En total, dice el analista, las distintas firmas encuestadoras realizaron más de 12.000 entrevistas personales a lo largo del territorio nacional, y ninguna dio como vencedora al No. Esto se debe a que lo que estaba en discusión era un asunto ético y moral, y eso hizo que aquellos que pensaban votar por el No dijeran lo contrario o no lo admitieran, porque identificaban la opción por el Sí como moralmente superior, y les daba vergüenza reconocer su voto.

Para Forero Tascón también es cierto que en Colombia se enfrentan dos tipos de liderazgo: el del presidente Santos y el del expresidente Uribe. “Un líder impopular y racional versus un líder popular y emocional”, explica. “El odio a las Farc era muy poderoso. Santos quería voltear la página y no se pudo”.

Mientras que la campaña por el Sí se basó en tratar de explicar un acuerdo largo y difícil de entender, la campaña por el No logró tocar fibras emocionales como el miedo, la rabia, el odio y la indignación.

“Santos no es popular, las Farc no son populares, y el acuerdo no era fácil de entender”, dice Caballero.

Uribe logró despertar un sentimiento profundo entre los colombianos, fundamentalmente sobre dos puntos: la posibilidad de que el acuerdo incluyera impunidad para las Farc, ya que no contempla penas de prisión, y el miedo de abrir espacios de representación política para la organización guerrillera, pues el acuerdo aseguraba una representación mínima de 10 bancas (de 268) para las Farc por los próximos dos periodos electorales.

También caló la idea de que era posible votar No y renegociar un acuerdo para lograr compromisos más concretos de parte de las Farc, algo que el jefe negociador del gobierno, Humberto de la Calle, consideraba como algo inviable, según dijo a The New York Times en Español.

¿Qué sigue ahora?

Según César Rodríguez, director ejecutivo de DeJusticia, lo que ayer quedó claro en Colombia es que existe una “ruptura cognitiva”: la mitad del país honestamente no entiende los motivos de la otra mitad.

Por eso, para Rodríguez, lo primero que se debe hacer es intentar dialogar: “Cualquier avance en términos de diálogo político debe empezar por tratar de entender a los del otro bando”, dice.

Rodríguez ve dos opciones como pasos a seguir. Por un lado se podría forjar un gran pacto nacional que llevara a la renegociación del acuerdo vigente, en especial en los temas que el uribismo ha definido como importantes: elegibilidad política y justicia transicional.

La otra vía es la maximalista: la de convocar una Asamblea Constituyente para reformar la constitución, que es lo que las Farc y el uribismo siempre han buscado. Para Rodríguez esta opción es especialmente preocupante porque tendría como resultado “una constitución que estaría animada por los dos extremos que no tienen especial cercanía con el legado de la constitución de 1991, en especial el respeto a la diversidad sexual, étnica y de género”, explica.

Esta posibilidad, dice Rodríguez, haría peligrar los avances logrados por los indígenas, los afrocolombianos, la comunidad LGBTI, las mujeres y los pequeños campesinos. “Sería una paz lograda a través de un pacto político regresivo”, añade, y sostiene que “trastocaría el espíritu de la democracia colombiana. Es un riesgo muy grande”.

Los colombianos están a la espera de lo que suceda en los próximos días. Las preguntas sobre el futuro del país, de las Farc y del proceso de paz son infinitas, y dependerá de los líderes políticos garantizar la estabilidad del país. Humberto de la Calle, quien ofreció su renuncia al presidente, seguirá como jefe negociador del gobierno mientras se buscan caminos para propiciar ese gran diálogo nacional.

Como primer paso, tanto el gobierno como el uribismo ya designaron a tres delegados cada uno para sentarse a dialogar y buscar puntos de encuentro.

Lo único cierto es que los liderazgos se miden en tiempos de crisis. Personajes como De la Calle, el presidente Santos, Álvaro Uribe y Rodrigo Londoño tendrán ahora una oportunidad única para mostrar su talante de líderes y optar por la serenidad y el diálogo en vez de la polarización y la incertidumbre.

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