Columnaria
Juan Chávez
Como en los lejanos tiempos del PRI imperial, la CNOP se apunta en la delantera para definir al sucesor de Enrique Peña Nieto.
Buscan los priistas, también como en los antiguos tiempos, resolver el espinoso asunto de la sucesión en Los Pinos en comilonas de alto costo.
Enrique Ochoa, el dirigente nacional del otrora poderoso y siempre victorioso partido tricolor, se reunió con una “buena parte” de la camada priista en la Cámara de Diputados.
El banquetazo fue en el restorán de lujo del Palacio Legislativo de San Lázaro para analizar, más que nada, la apertura de candados para que el que fuera llamado partidazo pueda entregar su candidatura presidencial 2018 a cualquier personaje de altos vuelos porque en lo interno, no tiene candidato con imagen, con aureola de vencedor pues.
Por eso se hace necesaria la llave que abra el cerrojo que impide al PRI apoyar a un “candidato externo”.
Es decir, bajo los estatutos actuales, cualquier candidato a cualquier puesto de elección popular, deberá de ser militantes del PRI, con una antigüedad equis.
Tal norma incluye al que el priismo invista su candidato para contender contra López Obrador, de Morena porque ahí no hay más voluntad que la del tabasqueño y a quien vaya apadrinar el Frente Amplio Democrático, si es que tal propósito de Ricardo Anaya (PAN) y Alejandra Barrales (PRD) llega a cuajar para ir con un candidato común.
El PRI, con tal movimiento cenopista, se quita la máscara y muestra el rostro de que entre sus cuadros, no tiene hombre o mujer que gane la carrera presidencial.
Con el senador con licencia Arturo Zamora, como director de la destartalada orquesta cenopista, el PRI muestra también la desesperación del jefe auténtico del partido, Peña Nieto, que no se decide por ninguno de los cuadros que forman en su gabinete.
Es decir, el presidente entiende que por “dedazo” no puede hacerlo y en tal circunstancia, ni Osorio Chong ni Videgaray estarán en la boleta de 2018.
Es más, ninguno de su círculo rojo, salvo José Antonio Meade, secretario de Hacienda, quien, para poder convertirse en el “bueno”, se hace necesaria la reforma a los estatutos y eliminar la norma que exige ser militante para poder ser candidato.
La cuestión no es simple y puede abrir un enorme sisma en las filas del PRI. Mañana le sigo con tan, este sí, “complejo” tema.