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Tras el sismo, algo va a cambiar en México

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Diario Ejecutivo 

  • El temblor sacó lo mejor y lo peor del país
  • La tierra, cuando habla, nunca dice mentiras 

Roberto Fuentes Vivar 

Estoy seguro: algo va cambiar en México después del temblor de este nuevamente fatídico 19 de septiembre.

A través de su historia, algunos sismos han dejado mensajes de cambios en la estructura política, económica y social de nuestro país.

 

Algunos ejemplos son los siguientes:

 -En 1908 y 1909, se registraron varios sismos de alta magnitud (de 7.54 a 7.95 grados Richter). Fueron poco antes de que se iniciara la Revolución Mexicana, considerada a nivel mundial como el primer movimiento social del siglo XX. Estos temblores dejaron un número de víctimas que no se conoce actualmente con exactitud. El 7 de junio de 1911, precisamente el mismo día en que Francisco I. Madero entraba en la capital de la República Mexicana se presentó otro sismo. Se le conoció como el “temblor maderista”. Murieron más de 40 personas según las cifras oficiales y fueron afectados edificios icónicos como el Palacio Nacional, además de más de 250 edificaciones. Estos sismos anteriores y durante la entrada de Madero a la capital marcaron de alguna manera la urgencia de un cambio en la sociedad y el inicio de una guerra interna que duró por lo menos dos décadas.

-En 1957 se registró el temblor en el que se cayó el Ángel de la Independencia. Este movimiento telúrico tuvo un doble significado: por una parte gobernada el último presidente que había vivido la revolución, Adolfo Ruiz Cortines, y por el otro fue cuando la Independencia comenzó a mermarse y entró de lleno a México con toda su fuerza, la cultura de Estados Unidos que para la década los sesentas ya estaba en pleno apogeo en nuestro país. Prácticamente el sismo coincidió con el inicio de un periodo conocido como “Desarrollo Estabilizador”, que buscaba la mexicanización del país, con el impulso a la producción de bienes intermedios y de bienes de capital y las políticas proteccionistas.

-El terremoto del 19 de septiembre de 1985 fue el preámbulo de un cambio político y social en México. En lo político, tras de que la sociedad se organizó para volcarse en ayuda solidaria, fue necesario modificar algunas estructuras y se dio fin al partido único. Dos años después el PRI se dividió y poco más tarde, en 1988,  buena parte de la sociedad votó por Cuauhtémoc Cárdenas, quien seguramente hubiera obtenido el triunfo como presidente de la República si no se hubiera registrado la “caída del sistema”.  En lo económico, el sismo también fue agorero de un giro total en la política económica. Un año después de la tragedia, México solicitó su ingreso al GATT, con lo se dio por concluido el proteccionismo que se había registrado en las décadas anteriores. El ingreso al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT) fue el primer paso para la apertura indiscriminada que se vive en estos momentos y que, para muchos, ya ha llegado a su fin y se requiere un nuevo modelo económico que termine con el privilegio hacia los capitales extranjeros.

-Este 19 de septiembre de 2017 volvió a temblar en el país. Seguramente algo tendrá que cambiar, pues nuevamente la sociedad se ha volcado en ayuda solidaria y también existe una demanda generalizada de la sociedad de modificar las estructuras políticas y económicas.

 

Un cambio contra el materialismo salvaje

 

Aparte de los cambios en las estructuras económicas y políticas que, como lo explico en párrafos anteriores, han surgido después o de manera paralela a los sismos en México, puede haber cambios sociales interesantes.

Todos los mexicanos hemos aplaudido la labor que realizan los rescatistas en los edificios derrumbados. También hay millones de mexicanos que han manifestado su ayuda de otras formas. Incluso creo que todos han (o hemos) puesto algún granito de arena para apoyar a las personas que han perdido familiares, casas o posesiones materiales.

Creo que todos (al menos muchas de las personas que conozco así lo afirman) hemos sentido después del sismo una nueva sensación. Un espíritu solidario que de alguna manera deja atrás la cultura del individualismo salvaje que se vive en estos momentos y que es culpable de muchos de los grandes males que enfrenta el mundo.

En este sentido es muy probable que después del sismo haya una nueva actitud de los mexicanos que privilegie el humanismo en contra del materialismo (también salvaje) que se ha apropiado de la sociedad en las más recientes tres décadas. Por lo menos así lo demuestran las redes sociales que están externando que millones de mexicanos son capaces de dejar de pensar con egoísmo para pensar en la solidaridad con los demás.

La enseñanza de la sociedad organizada, con este temblor se ha convertido en una esperanza para que las cosas cambien. Para que el ser humano vuelva a tener valía por sí mismo y no por sus pertenencias materiales.

Ojalá este fervor social no sea eliminado la semana entrante cuando la vida comience a gravitar sobre su cotidianidad.

Sí, estoy seguro, de que vendrán muchos cambios, si se toman en cuenta los mensajes de los sismos. Ojalá sean para bien.

 

Del honor al horror

 

Lamentablemente, así como ha salido lo mejor de los mexicanos en estos días de desgracia, también ha surgido lo peor. Hace unas horas escribía en las redes sociales el siguiente mensaje:

“En estos momentos hay dos grandes tendencias en las redes sociales:

“1.- El júbilo, respeto, admiración y homenaje a los miles de voluntarios que se han movilizado en ayuda.

2.-La condena unánime a políticos de todos los partidos.

“Lamentablemente no he leído una sola crítica a los empresarios que son, por lo menos, corresponsables de las tragedias ocurridas durante el sismo pero se “lavan las manos” anunciado donaciones. En buena medida, los casos más graves de desgracia son causa de la voracidad empresarial, del afán de lucro de los empresarios. Edificios mal construidos para aumentar sus ganancias, escuelas que funcionan sin protocolos de seguridad pero que se convierten en lucrativos negocios. Oficinas o fábricas como la de Chimalpopoca, que operan a veces hasta en la clandestinidad para saciar la ambición de sus dueños. El día del temblor fui de testigo de cómo un empresario intentaba hacer entrar a sus trabajadores a un edificio de oficinas que se veía dañado, hasta el portero le levantó la voz. Lamentablemente, así como los jóvenes han sido el honor de México, los empresarios mexicanos (creo que más que los políticos) son el horror de nuestro país”.

Considero que precisamente el honor de los millones de mexicanos de quienes nos sentimos orgullosos es opacado por el afán de lucro de muchos empresarios. Es cierto que ha habido empresas, como todas las telefónicas, que sí han puesto su infraestructura al servicio de la sociedad en un momento de emergencia. Pero también hay otras que han antepuesto el afán de lucro o de primicia por encima de los intereses de la sociedad.

Está, desde luego, el caso de la niña Frida Sofía, pero también hay muchos otros. Por ejemplo hay muchos edificios que pudieran estar en mal estado y sus dueños no han pedido siquiera una verificación del inmueble. El lunes, seguramente, estarán llenos de trabajadores que entrarán a laborar (en un edificio inseguro) con el miedo en las entrañas para no perder el trabajo. De estos hay cientos.

Están también las empresas que ya han comenzado a lucrar con sus supuestas ayudas  o que aprovechan el sismo para hacerse publicidad y mejorar su imagen, pero que son incapaces de eliminar un peso a sus deudores o de pagar al fisco lo que les corresponde. Incluso es probable que en los meses siguientes habrá empresas que no paguen sus deudas (o a sus trabajadores) poniendo como pretexto el temblor pero su único fin es la ambición personal o saciar el hambre de lucro de sus accionistas.

Otro de los horrores ha sido el de los delincuentes que haciéndose pasar por personal de Protección Civil se han dedicado al robo de casas.

Todavía falta mucho por ver en los próximos días. Muchas cosas buenas, pero también malas. Por todos los horrores tiene que venir un cambio que nos permita honrar a México y honrarnos a nosotros mismos.

Algo va a cambiar estoy seguro. Dice el filósofo del metro: La tierra, cuando habla, nunca dice mentiras.

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