APUNTES SOBRE LA MEZCALAPA ZOQUE
Pensando en nuestra Aracely Burguete Calymayor
Recién en estos días hice un viaje corto que desde hacía tiempo tenía pendiente, para concluir en cierto modo nuestro conocimiento sobre los caminos de Chiapas. Excursión a la Mezcalapa zoque; entre Copainalá, Tecpatán, Ostuacán y Chapultenango. Al igual que mantenemos en veremos, un recorrido que desde los municipios de Bochil y/o El Bosque nos conduzca a San Cristóbal, y de vuelta nos lleve por el lado de la antigua hacienda Cacaté y la pequeña ciudad de Ixtapa hacia Tuxtla Gutiérrez.
Salimos pues, Ramiro Romeo Ruiz, 83 años, Osmar Santiago Gómez, veintiocho, y el autor, sesenta y uno, de la ciudad coneja, a las seis de la mañana. Pasamos por San Fernando ―antigua hacienda Las Ánimas durante los siglos XVIII y XIX, y mucho antes Sahuipac y Osumapa―, cruzamos el túnel carretero que salva la montaña, reconocemos la cortina de la presa hidroeléctrica Chicoasén y entramos a Osumacinta. Salimos, pasamos propiamente al pueblo de Chicoasén y a su río, y desde ahí enrumbamos a Copainalá.
Desde Coapilla a Tecpatán
Entramos a Copainalá, cruzamos a la derecha dirección Oeste para pasar a Coapilla y más allá, hacia la izquierda continuamos rumbo a Ocotepec y sus bosques. Antes tocamos Gracias a Dios, luego bajamos camino a San Pablo Huacanó, tocamos a la derecha San José y San Gabriel, y finalmente antes de la comida… ya estábamos en Tecpatán. Bajo el cobijo del gran Miguel Ángel Marín Ruiz. Restaurant y hotel La Selva de su propiedad.
La continuación del viaje al día siguiente es algo más compleja e intrincada, es cierto. Aunque lo que deseamos destacar no es la excursión en sí misma, sino la permanente y quizás veloz aculturación o inculturación de las comunidades zoques de la región. Proceso que ha llevado a la pérdida de gran cantidad de costumbres, tradiciones y en general… viejos conocimientos y ancestrales prácticas culturales. Entre ellas las más notables a simple vista: vestido y accesorios, ejercicio cotidiano de la lengua zoque. Arquitectura expresada en el modelo de sus viviendas y distribución de sus conjuntos habitacionales.
Sin embargo, dos elementos preponderantes se mantienen: su agricultura general, aunque especialmente aquella asociada al cacao, su gastronomía basada en esta almendra sagrada, y la toponimia de la región, es decir: la forma particular en que nombran sus lugares. Arroyos, ríos, cerros, montañas, encañadas, pequeñas planicies y en general sitios, hitos y referencias.
Cacao, cacaotales y “haciendas”
Y llama poderosamente nuestra atención, la variedad particular de cacao que cultivan ―aproximadamente la misma en toda el área―, cuyo fruto o mazorca es relativamente pequeña y densa, amarillenta y algo más alargada que redonda. Diferente a las variedades típicas del Soconusco, Tabasco y el Golfo. Preguntamos y no saben responder sobre el nombre de la variedad, aunque alguien dice: “cacao Chiapas. El de siempre, el de nuestros abuelos y desde antes”. En Francisco León, sin embargo, un cacaocultor dice que le llaman “cacao-pataste”. Además de descubrir junto a él, que su néctar o pulpa mucilaginosa no es tan dulce al paladar como la del cacao Soconusco.
© Cacaocultures chiapanecos. Francisco León. 2021. |
E igual, “haciendas” llaman a sus parcelas de cacao, seguramente en recuerdo de las antiguas verdaderas “encomiendas cacaoteras” o “haciendas de cacao”, en donde trabajaban los pueblos zoques del área. Como esclavos en su propia tierra. Haciendas desarrolladas en la región zoque-mezcalapense a lo largo del período colonial, y luego especialmente durante el siglo XIX.
Cabeceras municipales zoques
El otro asunto destacable es el persistente nombre zoque y/o náhuatl de sus hitos geográficos. Estos últimos, ordinariamente renombres de sitios antiguos, efectuados tras el dominio mexica del territorio zoque, cien años antes de la presencia europea en América. Entre los cuales persisten denominaciones de montañas, cerros, ríos, arroyos y localidades. Nomenclaturas de pueblos en las que nos detenemos. Vocablos de origen náhuatl, nahua o mexica.
Tuxtla que deviene de Tochtlán y de tochtli: conejo, aunque en zoque el nombre original de este pueblo fue coyatøjmø o coyatocmo. Chicoasén que inicialmente se llama Chicoasintepec, palabra que significa seis cerros. Osumacinta que deriva de osomatli, mono, y tsintla, si bien su nombre original era tsawitsamø o saguitsama. Mientras que la voz “Coapinalá” deriva de kohuatl y painali. Coapilla es el diminutivo español de Coapa, derivado de coatl, aunque en lengua propia le llamaban: Kuñømø o Kuñema. Ocotepec deriva de ocotl, sin embargo, en zoque le nombraban Kubimø o Cupima. Tapalapa desciende de tlapali, mientras que kønømø le nombraban en aquella lengua. Pantepec deviene de pantli y tepetl, aunque aún le llaman kecajpamø, kekpiemø e incluso quejpomo. Solistahuacán es vocablo del que no encontramos nada, mientras que Tecpatán deriva de tekpatl, si bien en lengua zoque es aún Okjamø u Ojcahuai.
Ostuacán proviene de ostotl, mientras que en lengua zoque le nombraban kechkø’mø. Chapultenango deriva de chapul y tenam, aunque en la lengua regional es Awa’yojmø, Awa’tiøjmo e incluso Ajma. Tapilula proviene de tlapilotl, mientras en la lengua que revisamos es yokotacmø o yocotocmo. Ixhuatán es vocablo en el que abunda algo, pero igual no encontramos qué. Si bien en zoque la pequeña ciudad se nombra A’yanmø o Aguaimá. Solosuchiapa deviene de silosóchitl, vocablo que designa al sospó, árbol floral bien conocido, razón por la que el pueblo fue llamado en zoque, Shosponó.
© Parroquia de la Santísima Trinidad. Ixtacomitán. 2021 |
Toponimia zoque regional
Por su parte, de origen zoque son los pueblos siguientes, no únicos en toda el área, sino exclusivamente los que aparecen en los mapas básicos municipales del CEIEG (oficina estatal de Información, Estadística y Geografía), elaborados por aprendices seguramente; incompletos y muy elementales:
Putzumupac o Putzumpac, Pacné, Aceldama, Poagtec, Ametzipac, Tokajén, Moequín, Notzipac, Copanó, Pocop, Jaquimá, Poyonó, Tumbac, Huacanó, Cambac, Azapac, Simbac, Popotzá, Mocotonguy, Maspuente, Cusnipac, Juntzigupiac o Jonzigopiac, Atecné, Cochay, Piztingén, Tombac o Tumbac, Tacuspac, Yumisná, Achimella, Poyoscac, Totopac, Cuchaygién, Guañuti, Nucupac, Yomonó, Zospoc, Maspac, Tanchichal, Movac, Jomenas, Acambac, Yaspac, Tonapac, Jana, Nicapa y Napaná.
Pero recordemos ahora los pueblos y localidades zoques reconocidas a lo largo del trayecto, desde la ciudad de Tecpatán hacia el NNE, durante los dos días siguientes. Por si alguien pronto se anima a replicar este viaje de reconocimiento: San José Reforma, Azapac-amatal, Rivera Viejo Carmen, bajar y subir hacia San Pablo Tumbac, y luego al desaparecido y fantasmal Francisco León. Volver y visitar Ostuacán hacia el NNW, regresar a Rivera Viejo Carmen y luego a Santo Domingo. Continuar hacia Vicente Guerrero, Carmen Tonapac, Chapultenango, Ixtacomitán, Pichucalco, Sunuapa, El Paraíso y presa hidroeléctrica Peñitas.
Río Magdalenas y montañas
Hermoso es este tramo especialmente, el que va de Rivera Viejo Carmen, hoy cabecera municipal de Francisco León, hacia el antiguo pueblo desaparecido tras la erupción del Volcán Chichonal hace casi cuarenta años. Por sus cacaotales, sus paisajes de antología fotográfica, sus caminos francamente intransitables, pero, sobre todo: por el espectáculo sublime de su río serpenteante y anchuroso, el río Magdalenas, sí. El río medular de la provincia zoque, junto al Mezcalapa, ambos asociados a los relatos de la época colonial y todo el siglo XIX.
Aunque ya, vamos cerrando el relato con la densa topografía del área, absolutamente rugosa y agrietada. Llena de hondonadas, cerros y encañadas; terrenos quebrados y hasta cortados a tajo, en ocasiones aliviados por laderas y planos inclinados… como el de esta imagen, propia de las áreas altas: bosques de galería poblados de liquidámbares lisos y blancos. Diferentes a aquellos de corteza estriada y casi negros, que creíamos sólo existían junto al río Lajas y sus afluentes en Ixtapa.
Pequeños cipresales y bosques de altos y fuertes robles, lo mismo que arboledas desconocidas, al menos por nosotros. Provistas de frondas escarlatas, amarillentas y ocres; como en los bosques canadienses de otoño. ¿Y qué decir de sus cercas de piñón o coipú, que luego se transforman en barreras naturales de cacahuananche, madrecaco o cuchunuc?
Pastizales inmensos, adornados de arbustos cubiertos de flores amarillas, como las de los guachipilines y quebrachos de tierra caliente. Aunque para nuestra desventura, nadie sabe o nadie quiere decirnos su nombre local en lengua zoque. Rumbo por donde encontramos el rancho y ganadería Sangre de Cristo, a cuya quesería nos hacen pasar. Conversamos con sus dueños y trabajadores, nos dan a probar mantequilla y queso fresco, y compramos sus pequeños adobes: los famosos “quesos de doble crema”; los que fundan la buena fama de la quesería y cremería tecpateca.
Y para terminar…
Ya no existen, es cierto, las antiguas selvas tropicales que seguramente reinaron sobre los paisajes de hoy. Se ven algunos restos en mal estado, si bien a cambio de ello aquí se acrecienta una de las mejores ganaderías de Chiapas. Razón por la que ya nos vamos y ahora… mejor nos despedimos. Ojalá los Ayuntamientos de la región, con el apoyo de las oficinas y programas de los gobiernos estatal y federal, promuevan el uso eficaz del suelo, de la tierra, del agua y demás recursos naturales. Ojalá en las escuelas todas y en las Casas de Cultura, se promueva el uso de las lenguas locales. Que todos los anuncios, avisos y publicidades se escriban y difundan en zoque y en español.
Y que los Ayuntamientos estimulen el uso de las lenguas madres, propias o vernáculas. Desde los altavoces, palos parlantes y señalética exterior de pueblos y caminos, hasta la comunicación oficial, la de los servicios públicos y construcciones. La de religiones, templos, comercios y servicios.
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