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Chiapas, Danza e Imaginarios

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Antonio Cruz Coutiño                                                                  

 

 

 

A Elsa María y Lety Pons, incansables

 

Mucho antes del homo tecnologicus, del homo agricola y de la sedentarización del hombre, nuestro antecesor recogió, recolectó y cazó para reproducirse. Deificó al sol, la luna, las estrellas, y a la tierra misma con sus montañas, manantiales y corrientes hídricas. Creó divinidades a partir de los fenómenos de la naturaleza: climatología y varias manifestaciones de las fuerzas naturales en general. El mito y el ritual fueron obra de su razón desde ese momento. Historias, leyendas y creencias formaron el mito, mientras que el rito y sus representaciones, recrearon una y otra vez el mito de sí mismo, el mito de su creación y del lugar que habitaba. En una palabra: el mito de la formación del hombre y de su entorno.

 

 

La danza y los sonidos rítmicos fueron, desde el primer ritual, parte sustantiva del rito. Por ello hasta la fecha, las diversas músicas y danzas ―esencias originales del culto―, se vuelven uno con él, durante la recordación de los diversos mitos. Ante el apareamiento del sol y de la luna, ante la fertilización de la tierra por la humedad y el agua; ante el incesante nacimiento y decrepitud del sol. Mitos estos que, junto a los asociados al cíclico movimiento de los astros, la plenitud de la luna y la irrupción y tránsito del hombre mismo (su nacimiento, pubertad, reproducción y deceso), marcan la trascendentalidad del ser humano, su aspiración a la eternidad y al infinito.
La agricultura complementa posteriormente esta secuencia. Los rituales constituidos por sacralidad, expiación, protocolo, disciplina, música y danza, permean los fenómenos de la naturaleza relacionados con la labranza de la tierra: lluvia, siembra, cultivo y cosecha.
 
Este es el origen de la música, de la danza y de las artes dancísticas y escénicasen general. Aquí, en el pueblo indio o mestizo de Centroamérica, en la Mesoamérica ancestral, o del otro lado del mundo. Es el origen de la sacralidad ritual y religiosa, tanto de las instituciones confesionales, modernas, como de las artes curativas, chamánicas, patrimoniales. Música y danza siempre asociadas; hoy como ayer y ayer como desde siempre. Desde la antigüedad de los primeros humanos; desde la modernidad de los tiempos contemporáneos y por venir. Danza que evoca el pasado, danza que funde la sacralidad con lo profano; danza que viene de muy lejos, como en el caso de Chiapas, México, y los pueblos originarios del continente: pueblos campesinos e indios, pueblos rurales y ágrafos, pueblos que están en nuestra esencia.  

 

Ante esta larga, aunque apretada historia, tres grandes familias dancísticas permean en la actualidad, el pensamiento, la imaginación, la corporalidad, la estética y la cinesia particular del ser humano contemporáneo:

a) Danzas rituales o religiosas, tal como se observan aún hoy, en los diversos pueblos del mundo, México, Mesoamérica y Chiapas en particular.

b) Danzas costumbristas o folklóricas, también llamadas “regionales”, de invención y factura más reciente, pero sobretodo “profanas”, presentes en la geografía aludida y
 
c) Danza moderna, o contemporánea, asociada a las prácticas culturales más bien occidentales, en donde se incluyen las diversas formas del baile europeo y el ballet “clásico”.
De modo que, desde la academia, desde la investigación social y humanista, y en particular desde la sociología, la antropología, la historia, los estudios culturales y regionales, la estética y las bellas artes… desde estas disciplinas seguramente se han emprendido y ahora mismo se emprenden estudios sobre el tema; sobre estos conjuntos dancísticos. Estudios que van desde el registro, tipificación y descripción de las danzas, hasta su deconstrucción, análisis y comprensión. Esto se hace en Norteamérica, Europa, naciones asiáticas, países desarrollados, algo en México, aunque… nada de ello, absolutamente, en Chiapas, de acuerdo con las germinales deducciones de Roselver Padilla, estudiante del DER, Doctorado en Estudios Regionales de la UNACH, a propósito de su interés por estudiar el tema.
Informa el buen Roselver sin embargo que, en el caso de México, Chiapas y Centroamérica, las danzas rituales ―las asociadas a prácticas religiosas― han sido estudiadas desde el folklor, el patrimonio intelectual y la religiosidad popular, por etnógrafos y antropólogos, mientras deduce que la danza contemporánea, de índole académica, no concierne a la región y que, en última instancia, a su estudio seguramente se avocan los países desarrollados.

De todo esto es posible deducir, que las danzas tradicionales y folklóricas, en el ámbito del patri-monio cultural y de las identidades locales-regionales, requieren atención inédita o renovada de parte de la investigación científica, social y humanista; la misma que es practicada

a) Por campesinos, indios y mestizos de los pueblos; gente ordinaria y sin mayor preparación, regularmente miembros de añejas organizaciones religiosas, mutualistas y festivas, mismas que ordinariamente reproducen las danzas sin alteración, y…

b) Por bailarines profesionales o en proceso de profesionalización, radicados en las ciudades y cabeceras regionales, miembros de instituciones públicas y organizaciones privadas, e incluso por escuelas del nivel medio y superior. Danzantes y clubes formales que adaptan las danzas tradicionales, a la moda, o a los patrones del moderno consumo cultural.
 
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 Barajada así la cuestión, es decir, desde cierta perspectiva académica, podría ser útil preguntarnos: ¿Cómo estudiar ambas asignaturas pendientes, desde la perspectiva de la formación y práctica investigacional de los estudios culturales y regionales, en el ámbito de Chiapas, México y Centroamérica (quiero decir, para no ir más lejos), librándonos del simple registro de tales acontecimientos, o de la descripción empírica de esos eventos, en tanto que prácticas y procesos socioculturales? En otras palabras, y para focalizar la segunda de esas “asignaturas”, ¿Desde qué perspectiva debería estudiarse, la práctica de las danzas folklóricas, ejecutadas por bailarines profesionales, principiantes y escolares, incorporados a academias de danza y baile, públicas o privadas?
 
¿Desde qué perspectiva estudiar la práctica de los clubes y academias de danza folklórica, establecidas en las ciudades y cabeceras regionales de México y Centroamérica? ¿Qué hacer para obtener una especie de diagnóstico general de la danza, o de los bailes folklóricos “regionales” que practican estas academias, clubes y sociedades en Chiapas, en contraste con lo que ocurre en el resto del país y de Centroamérica?
 
¿Tendría alguna utilidad académica, sociocultural, turística o económica, el estudio de estas prácticas dancísticas (coreografía, música, ensayos, calidad representativa, exhibiciones, etcétera)? Me refiero al estudio de las características de los bailes escenificados, al nivel de los grupos radicados en las ciudades más importantes (Tapachula, Tonalá, Tuxtla, Chiapa de Corzo, San Cristóbal, Comitán, Ocosingo y Palenque), a modo de generar un comparativo para las regiones de Chiapas.
¿Hasta dónde sería social e intelectualmente útil, el estudio de las variaciones interpretativas de las llamadas “danzas folklóricas contemporáneas”; desde las practicadas por los pueblos y sus danzantes, por las y los bailarines no profesionales, y hasta las escenificadas, resignificadas e incluso reinventadas por los clubes dancísticos profesionales de las ciudades?
¿Por qué no mejor y a cambio (y esto es sólo una alternativa entre mil), estudiar la danza o los bailes folklóricos “regionales”, y a los artistas practicantes de este tipo particular de danza, desde la perspectiva, no de la danza misma, sus orígenes, evolución, técnicas y variaciones, sino desde el imaginario social, comunitario, colectivo, o el de los propios artistas? ¿Por qué no indagar, descubrir, identificar, tipificar y comprender, la mentalidad, es decir, la cosmovisión, la conciencia colectiva de los bailarines o bailadores, los ejecutantes de estas danzas o bailes folklóricos; el imaginario que construyen respecto de su práctica social, física y cultural, y respecto de la institución dancística a la que dan vida?

Porque… recordemos, siguiendo a Cornelius Castoriadis, que, tal como se dan las representaciones sociales en general (diversos tiempos, diversidad de circunstancias), en el caso de las específicas representaciones asociadas a las prácticas dancísticas, ellas se encuentran encarnadas en sus propias instituciones: academias, clubes, escuelas, sociedades, etcétera. Se originan y articulan coherentemente, a partir del imaginario individual, grupal, colectivo y social.

Ahora bien y finalmente, ¿Qué utilidad tendrían los estudios que enfocaran el imaginario social construido, diverso, probablemente diferenciado, de los y las bailarinas profesionales, respecto de la praxis, la mística y la expresión dancística?, ¿La corporalidad derivada, formación artística, experiencia, profesionalismo, actuación y desempeño público, fama y prestigio de los practicantes, dentro de los círculos sociales, en los cuales se mueven, o de los que forman parte?
 
 

Otras crónicas en cronicasdefronter.blogspot.mx

 

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