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Maestros y delincuentes

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Moisés Sánchez Limón

Protestar contra actos de gobierno, abusos de poder, el olvido, el hambre, la miseria y la violación de los derechos humanos, es praxis recurrente en México. Pero, en su nombre, grupos de poder han abusado en perjuicio del ciudadano común y más de la educación básica de cientos de miles de niños y adolescentes.

 

Y también, en nombre de la defensa de los derechos humanos, se ha prohijado esa impunidad insultante de ver libre y reincidente al vándalo que, cobarde, esconde la identidad tras un antifaz de luchador social y golpea al policía, al fotógrafo, al camarógrafo, al reportero que lo pilla en la destrucción de la propiedad ajena.

Se llaman maestros, se asumen olvidados y explotados con salarios de hambre como pago a su tarea educativa. Y protestan enfundados en el valemadrismo de generar más perjuicio en la educación de cientos de miles de escolapios de educación básica.

¿De qué viven mientras protestan y abandonan sus centros de trabajo? Del salario que les paga el gobierno, porque son trabajadores al servicio del Estado, es decir, al servicio del pueblo que olvidan y perjudican irremediablemente.

Porque, casualmente cuando se les plantea el imperativo de la capacitación y acabar con los cotos de poder, los cacicazgos que posibilitaron tráfico de plazas del magisterio, con el ejemplo si usted quiere demagógico de encarcelar a la maestra Elba Esther Gordillo Morales, entonces endurecen posturas y abandonan sus centros de trabajo dizque para emprender movilizaciones tendentes a evitar la consumación de las reformas en leyes secundarias que apuntalen a la Reforma Educativa en vigor.

Y son encabezados por estos líderes que combatiendo cacicazgos en el SNTE, montados en eso que llaman CNTE, se convirtieron en caciques que alimentan la herencia de plazas magisteriales, el ausentismo docente en las aulas, y que ha logrado enderezar una gran industria, la de la protesta y la movilización que les deja jugosos dividendos millonarios.

Y es que, mover a un contingente, por pequeño que sea, tiene un costo en pesos y centavos, en compromisos, pactos y alianzas que en los estados de Oaxaca, Michoacán, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Veracruz y Puebla, tiene su fuente inagotable de contingentes y recursos sin fin para alimentar movilizaciones contra actos de gobierno e iniciativas de reforma en el Congreso de la Unión.

“Se suspenden las clases porque vamos a protestar contra la reforma educativa”, se lee en cartulinas pegadas en los planteles que alguna vez tuvieron años de bonanza educativa cuando se educaba de tiempo completo.

Pero, ¿quiénes son los capos que controlan a la CNTE? Son maestros que llevan rato sin pisar una aula. Uno de ellos se llama Rubén Núñez Ginés, dirigente de la Sección XXII del SNTE que milita en la CNTE y que tiene la peculiaridad de creerse sus mentiras y pedir a los reporteros que manejen la información con apego a la verdad, pero le molesta que se diga que hay maestros disfrazados de vándalos.

Así, a lo ocurrido la noche del lunes último, cuando un grupo de maestros aprovechó el descuido de personal de resguardo del Palacio Legislativo de San Lázaro, y tomó por asalto instalaciones de la Cámara de Diputados, Núñez Ginés lo endosó a “infiltrados” que violentaron la toma y mandaron siete policías federales al hospital, tras atizarles severa golpiza, tanto que uno de los uniformados se reporta grave.

Esto es cobardía, impunidad, lanzar la piedra y esconder la mano. Sí, tienen los maestros la libertad de protestar por lo que consideran contra sus intereses gremiales y personales, mas eso no les da carta abierta para destruir propiedad ajena y menos desquitar frustraciones en la humanidad de un policía que tiene la orden de no responder a agresiones.

Dice el, ¿maestro?, Rubén Núñez Ginés, dirigente de la sección XXII del SNTE, con sede en Oaxaca y cabeza visible de este grupo que irrumpió violetamente en instalaciones de la Cámara de Diputados, que detectaron a “infiltrados” en esos hechos, aunque no ofreció prueba alguna ni asumió responsabilidad de ninguna naturaleza por los daños físicos y materiales provocados por los maestros disidentes.

En entrevista Núñez Ginés evitó una y otra vez responder expresamente a la pregunta de si están dispuestos, los maestros que encabeza, a pagar los daños ocasionados por esa irrupción violenta en la que varios de ellos están identificados.

Asegura que ellos no se cubren el rostro en sus movilizaciones, aunque varios de los maestros que irrumpieron violentamente en las instalaciones camarales sí iban embozados.

Políticamente correcto, Manlio Fabio Beltrones los califica delincuentes disfrazados de maestros. Al pan, pan, y al vino, vino: son maestros que actúan como delincuentes. La industria de la protesta se nutre de las arcas públicas e intereses prohijados desde las alturas, sino a qué obedece tanta impunidad, aunque el presidente camaral, Francisco Arroyo Vieyra, diga que la denuncia penal contra estos vándalos-docentes no se sujeta a negociación alguna. Conste.

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