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Ejército, espacios de luz y de oscuridad

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Hugo L. del Río

 

 

Día del Ejército. Se celebra el mismo mes que Victoriano Huerta abusó de la fuerza militar para hundir a México en un lago de sangre. La Decena Trágica ahondó la brecha entre la sociedad y las fuerzas armadas, hasta que, en las décadas de los veinte y los treinta el general Joaquín Amaro profesionalizó al Ejército. ¿Qué clase de estamento castrense tenemos? Como todas las cosas, como todos los hombres, hay espacios de luz y zonas de oscuridad. En 1929 México sufrió el último motín castrense: el pronunciamiento del general Gonzalo Escobar quien, por cierto, se apoderó de Monterrey y se llevó el dinero del Banco de México. Somos la única nación iberoamericana que no ha bebido el amargo licor de los cuartelazos, las dictaduras militares y todo ese tren de ruptura institucional. Hemos visto a la tropa, diligente y valerosa, arriesgar la vida en los desastres naturales. Pero también damos testimonio de manchas de sangre en el palmarés del Ejército: el asesinato de Rubén Jaramillo y toda su familia; la represión desatada contra ferrocarrileros, maestros y médicos en los sexenios de Ruiz Cortines y López Mateos; el allanamiento de la UNAM y el Politécnico seguido por la matanza del Dos de Octubre; las atrocidades perpetradas en Guerrero con el pretexto de aplastar a la guerrilla de Lucio Cabañas y algunos crímenes y abusos perpetrados contra civiles inocentes a partir de la guerra contra el narco. Se alegará que el estamento militar, desde el soldado raso hasta el secretario general de cuatro estrellas se limita a cumplir órdenes. Es cierto. También lo es que en nuestro código militar no existe la figura de la objeción de conciencia. Y no es menos verdad que al elemento –sea cual fuere su grado— que incumple la orden le espera un durísimo castigo. La guerra –lo es, me dijo un general amigo— ha terminado por acercar a la fuerza armada con la población. El Alto Mando tomó conciencia de que es imposible alcanzar la victoria sin el apoyo y participación de la sociedad. Ya en este plan, siento que es el momento adecuado para una reforma a fondo de los Ejércitos de Aire, Mar y Tierra. Actualmente, la Secretaría de la Defensa no es tal: podemos, más bien, hablar de la Secretaría del Ejército y la Aeronáutica Militar: la Secretaría de Marina Armada de México es independiente de la SeDeNa y la Fuerza Aérea no es tal, sino solo un apéndice del Ejército. En el primer mundo, el secretario o ministro del ramo es un civil, con frecuencia una mujer: es sano y lógico que así sea: su tarea es política, no técnica. El trabajo profesional se confía a un Estado Mayor Conjunto integrado por los jefes de EM del Ejército y la Fuerza Aérea y el jefe de Operaciones Navales. El esquema funciona. Si queremos perfeccionar nuestra maquinaria militar, deberíamos adoptarlo y adaptarlo. Todo indica que los troperos estarán en el campo y las ciudades durante mucho, mucho tiempo. Es momento, pues, de modernizar su estructura.  

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