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Jesús Yáñez Orozco


La PGR y la Secretaría de Hacienda pusieron los focos rojos desde principios enero pasado, tanto al cementerio del balón –con sede en la  Federación Mexicana de Futbol, vía sus sepultureros,  Justino Co0mpeán y Decio de María, así como al gobernador de Querétaro, José Calzada– sobre los graves problemas que se avecinaban a las empresas de Amado Yáñez, en particular Oceanografía.

 

La consigna era  con el fin de que informaran a las autoridades cualquier tipo de negociación de sus equipos: Gallos Blancos, Delfines, Toros Neza y Pumas-Morelos. También se le vincula con el lavado de dinero en favor del cartel del Golfo.

Los certificados de afiliación ante la FMF de dichos cubes estaban a nombre de Oceanografía como la empresa accionista principal y aval.

En ese momento, ya las cuentas del equipo estaban congeladas y  Yáñez en calidad de desaparecido. La situación era irreversible. Era cuestión de semanas, días u horas.

Se dilató casi dos meses en ejercer la acción penal en contra del magnate naviero y jeque del balón. Ahora bajo arresto domiciliario.

 

Oceanografía es la empresa de la familia de Amado Yáñez Correa, el padre, dedicada a la consolidación de servicios integrales para la industria petrolera, creada en 1967. Amado hijo aclaró que, al menos, con Querétaro no había sido necesario invertir los frutos de la industria en la que se mueve.

Recién adquiridos los Gallos, Yáñez Osuna, se ufanó como siempre, con su peculiar estilo de empresario de “salivita”:

“Tenemos una empresa ya desde hace varios años, yo he trabajado ahí por 45 años y hemos logrado muchas cosas con ella. En el caso del Querétaro, el equipo se sustenta solo, la afición ha sido muy buena con nosotros, tenemos grandes patrocinadores, y ahí va el equipo poco a poco.

“Nuestra idea no es meterle mucho dinero y de la noche a la mañana hacer magia, creo que poco a poco se está consolidando el proyecto”.

Yáñez no calculó los riesgos que conlleva un deporte profesional como el balompié.

“Somos conscientes que a veces las cosas no salen como uno quiere, pero por ahora estamos muy tranquilos, con la mayoría hemos calificado a Liguilla y eso nos tiene muy contentos”.

El 11 de marzo pasado, cuando el cielo se vino encima a los enterradores del balón nacional, salió al paso Decio de María. De acuerdo con versiones de prensa y, sin avisar a los medios de comunicación con el formalismo acostumbrado, se realizó una de las conferencias de prensa más forzadas de la incipiente liguita MX.

De María, como siempre, mostró una actitud arrogante. Estaba mal humorado y harto de los problemas administrativos del futbol.

Reconoció que desde hacía “muchos días” se esperaba que se comunicara algo delicado sobre uno de sus socios.

Al emitir las palabras, Decio, que  “Oceanografía parecía sólida”, reconoció implícitamente  lo que el medio futbolístico entendió en el momento: que un personaje aún desconocido como Yáñez, tuvo la solvencia para comprar a Pumas Morelos, Neza, Jaguares y Querétaro, sin “esconderse” y siendo, incluso, extremadamente diplomático con los directivos y dueños de lo demás equipos de futbol.

Incluso, al ver que en el proyecto futbolístico de Oceanografía se rodeó de personajes muy reconocidos de la historia del futbol mexinaco, como Jorge Campos, Claudio Suárez, Ramón Ramírez, Mariano Varela, Guillermo Cantú y Adolfo Ríos, entre otros, el aval de su ingreso fue generalizado. 

Muchos episodios intensos se vivieron en la breve estancia de Yáñez en el futbol. Un inversionista que nunca se limitó y que, incluso, en enero del 2013 hizo un gran evento en Ciudad del Carmen para la colocación de la primera piedra de su estadio soñado, el Estadio del Mar, siendo el propio De María el testigo de honor, declarando al final: “Ciudad del Carmen tendrá su monumento al futbol, ya tienen su equipo, ahora es obligación de toda la afición y ciudadanía que gusta del deporte, cuidar a su club, los Delfines del Carmen”. Estadio cuya obra está detenida, como pasó con aquel que presumió Toros Neza en Cuatitlán; o el de Acapulco de Alejandro Burillo Azcárraga; o también el de los Alebrijes en Oaxaca; o el de Orizaba de Fidel Kuri.

Se entiende el hartazgo de Decio de María, porque cada vez es más difícil encontrar socios de los que su historial empresarial sea un aval para no tener problemas futuros.

Al parecer, cada vez son menos los empresarios que quieren invertir en el futbol y quienes lo intentan es solamente para hacerse populares, para estar en los medios y para alcanzar un estatus. Qué difícil se ve que México no tenga multipropiedad, qué difícil futuro tiene el futbol mexicano.

 

 

 

 

Según el diario Tribuna de Ciudad del Carmen, “enriquecido al amparo de Vicente Fox y Felipe Calderón”, Amado Yáñez Osuna, dueño de la empresa Oceanografía, “tejió” también en Campeche una “red” de relaciones políticas que “materializaron” una de sus pasiones: el equipo de futbol Delfines de ésta ciudad, de la Liga de Ascenso.

Todos le dieron lo que quiso. La Universidad Autónoma del Carmen (Unacar), dirigida por Sergio Augusto López Peña, le entregó a Yáñez Osuna el Estadio Delfín por 18 años, prorrogables por otros 18.

Nunca pagó renta, agua ni luz eléctrica, y hasta el diputado federal panista Jorge Rosiñol Abreu —amigo del empresario— gestionó 25 millones de pesos de recursos federales para remodelar y ampliar las gradas.

Pero como Yáñez Osuna quería una sede nueva para su equipo, el “Estadio del Mar”, los políticos también se le rindieron: los gobiernos Estatal y Municipal, ambos priístas, le ofrecieron en concesión por medio siglo un terreno de 100 mil metros cuadrados; el gobernador anunció 27 millones de pesos para iniciar la obra y hasta los funcionarios se convirtieron en gestores de los permisos.

Pero ahora todo huele a fraude, como el que Yáñez Osuna presuntamente cometió contra Banamex, la institución bancaria que patrocinaba a Delfines y cuyo logotipo —ya desde las vísperas del escándalo— fue cubierto en las playeras naranja de los jugadores con una cinta del mismo color.

En el equipo, que preside Verónica González Gutiérrez —esposa de Yáñez—, priva la incertidumbre.

El anuncio del “Estadio del Mar”, el 20 de enero de 2013, fue un acontecimiento: asistieron más de tres mil personas, entre ellas funcionarios estatales y municipales de Carmen, pero también de los alcaldes de Palizada, Champotón, Hecelchakán, así como legisladores locales y federales.

En la ceremonia, el gobernador Fernando Eutimio Ortega Bernés y el empresario Yáñez Osuna colocaron la primera piedra de la obra, con una aportación inicial de 27 millones de pesos.

Además de Verónica González, la presidenta, y De María y Campos, secretario general del cementerio de la Femexfut asistieron el presidente municipal, Enrique Iván González López, y los ex jugadores Jorge Campos y Ramón Ramírez.

Ahí se dieron detalles: el estadio tendría capacidad para 26 mil 100 aficionados, 20 mil en zona techada y 80 palcos VIP. Pero la obra simplemente no se inició.

Con medio siglo de edad, Yáñez Osuna truncó su vida por sus afanes de ambición y poder desmedidos en un país donde todo se vale.

Y que para el futbol mexicano representó otra manchita al tigre de papel.

No tardará mucho en que la historia se repita.

Ahora falta ver qué responsabilidad tienen los personajes del amparo del poder que lo apadrinaron. 

 

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