27.9 C
Mexico City
lunes, mayo 20, 2024
InicioDeportesTarjeta Roja a la FIFA

Tarjeta Roja a la FIFA

Fecha:

Noticias Relacionadas

A qué le Tiras Cuando Sueñas Mexicano. Pues a que Seamos Campeones Mundiales, Uey

Arturo Sandoval   "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos"....

México formaliza su postulación como sede olímpica

El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon, junto...

El PRI Busca su Recomposición

DE FRENTE Y DE PERFIL  RAMÓN ZURITA SAHAGÚN ...

El Tapado del PRI

DE FRENTE Y DE PERFIL    RAMÓN ZURITA SAHAGÚN...

Agora Deportiva

Jesús Yáñez Orozco

Después de 20 años, persiste la sombra del castigo a Maradona, en el Mundial del país de las Bardas y las Estrellas 1994, cuando dio positivo un examen antidoping  por efedrina  –“me cortaron las piernas”, dijo–, donde todo se vale en aras de asesinar el paupérrimo, eufemístico, fair play, cuando conviene a oscuros intereses comerciales, incluso políticos, a la sombra de la Mafia-FIFA-Mafufa:

 

De la mediática expulsión al uruguayo Luis Suárez –por padecer el síndrome de Mike Tyson, quien arrancó un trozo de oreja a un rival de una mordida- la investigación al astro brasileño Neymar –por usar ropa interior donde exhibió una marca diferente a la oficial en la Copa del Mundo– al pancho en torno al grito “¡puto!” de la afición ‘mexinaca’ que, al final de cuentas, resultó exonerada porque es gratamente homofóbico a los fifosos oídos.

A ello hay que sumar, entre otras, la expulsión del abanderado juego México-Camerún  por dos inexistentes fuera de lugar a Giovanni dos Santos, la investigación por racismo neonazi a los seguidores croatas.

Destacó el castigo de 90 días anulado al káiser Franz Bekenbauer, para acudir a cualquier evento de la FIFA, por presunta corrupción, tras cooperar en la investigación del Comité de Ética sobre la corrupción en el seno de la FIFA en el otorgamiento de las sedes de los Mundiales 2018 y 2022 a Rusia y Qatar.

Es, insisto, el máximo organismo balompédico del mundial, la personificación del crápula PRI, en el ente deportivo más importante en el mundo, con 209 afiliados, más que los que conforman a la Organización de las Naciones Unidas.

Y, cuando a miro al Sepp Corleone Baltter me recuerda a una canción de El Piporro, Eulalio González, cuando habla de “lagartijo porfiriano”. Con todo el espíritu dictatorial que su imagen puede despertar, se queda chica en el presidente de la Mafia-FIFA-Mafufa.   

Preocupa que no haya alguien que le ponga un hasta aquí. La FIFA equivale a la soberbia y prepotencia del país de las Bardas y las Estrellas, que luego de la caída del Muro de Berlín, en 1989, fortaleció aún más su espíritu de policía del mundo: Superman Cara Pálida.

Simboliza también la Mafia-FIFA una moderna Santísima Inquisición del balón a la que hay que sacarle tarjeta roja. O, de lo contrario, su voracidad llegara a tal grado que los mundiales de futbol tendrán en un futuro no lejano la mortaja de la indiferencia de la globalización y corren el riesgo de ser sepultados en el panteón de la ignominia.

Ya Maradona, uno de los principales detractores de todo lo que huele a FIFA y Blatter, cuestionó cómo es posible que el máximo organismo balompédico de mundo se lleve algo así como cuatro mil 500 millones de dólares del Mundial de Brasil 2014, y dé al equipo campeón 35 millones de dólares.

Está claro que es un sinsentido, una aberrante desproporción de justicia deportiva.

Igual que sucede en el futbol mexicasno, cuando Hugordolfo Gelatino Sánchez, con atinadera de apache mariguano, calificó a sus compañeros de juego de “esclavos”; eso es lo que, en sentido estricto, son para la FIFA.

Respecto al polémico grito anti-gay de casi 40 mil aficionados a los Ratones Verdes Tullidos, tanto en el juego contra Camerún, Brasil, pero sobre todo en el triunfo 3-1 sobre Croacia, José Woldenberg, ex presidente del Instituo Federal Electoral, necaxista de hueso colorado, apasionado del deporte de las patadas, hizo una interesante reflexión difundida en la prensa nacional, desde una interesante perspectiva de la sicología del deporte.

Con él coincido totalmente:

Ahora resulta (para algunos) que puto no es un insulto y que si lo es, no tiene la menor importancia, como diría Arturo de Córdova. Incluso, me dice un amigo que existe el derecho a insultar. Que es una derivación natural de la libertad de expresión. Pues no. Tampoco importa que la FIFA haya absuelto a México, pues no es un asunto que se resuelva con sanciones. El famoso grito es un espejo de lo que somos y de lo que creemos que estamos autorizados a hacer en aras del relajo.
No es cierto que la violencia verbal sea anodina. Hace daño. Agrede. Y se usa precisamente para eso: denigrar, ofender, sobajar, discriminar. Negro, puto, indio, vieja, pueden ser hasta términos cariñosos; pero suelen ser dagas para joder, para humillar. Todos lo hemos hecho y quizá todos, en algún momento, lo resentimos.
Cuatro argumentos he leído para justificar a la masa de gritones. El primero es increíble: decirle puto a alguien no es un insulto. Se trata de pura y dura hipocresía, porque si no lo fuera nadie lo gritaría. Porque, puto, no nos hagamos, se utiliza en México para ofender a alguien que es o consideramos homosexual, como si esto último fuera una afrenta. Y por extensión se lo aplicamos a los que suponemos miedosos, traidores, pusilánimes, y agréguele usted. Es una injuria.
Otros, nos dicen, “es solo un juego, y por ello, no hay que exagerar”. Por supuesto que los que gritan puto se divierten, y para muchos de ellos es un esparcimiento; se sienten en un recreo que les permite todo tipo de desahogos. El asunto no es si ellos están jugando, sino lo que significa para los otros, los que reciben los dardos de sus gracejadas. El tipo que le lanzó un plátano a Daniel Alves del Barcelona a lo mejor estaba “jugando”… pero a costa de otro, al que equipara con un chango. Y eso es racismo puro, como puto es parte del diccionario homofóbico.
Otros más lo justifican con el argumento de que siempre ha sido así, que así es y así será. Que en los campos de futbol los jugadores se insultan y que en las tribunas no puede ni debe ser de otra manera. ¡Bonito razonamiento! Bajo esa premisa, pegarle a los hijos para supuestamente educarlos, impedir que las mujeres ocupen cargos públicos o acosar a los homosexuales diciéndoles maricones, jotos, putos, es legítimo porque no lo inventamos nosotros sino que lo heredamos como producto de una larga tradición. Que todos o la mayoría haga una cosa no la legitima. Hasta hace unos años, la mayoría decía que un poquito de violencia aplicada a la educación de los hijos no hacía mal, ya que era un recurso pedagógico. Creo, sin embargo, que poco a poco, precisamente por la resistencia primero de una minoría que paulatinamente se expandió, hoy por lo menos los golpes a los niños tienen una menor legitimidad que en el pasado inmediato. Cuando no pocos comentaristas y hasta la Federación Mexicana de Futbol salen a decir que puto es un grito natural, que no es para tanto, expresan de inmejorable manera la forma en que somos insensibles al daño que nuestros dichos infligen a los otros.
El otro argumento no fue más que una coartada para evadir el tema. Dado que la FIFA -decían- ha decidido que los próximos mundiales sean en Rusia y Qatar, países cuyos gobiernos persiguen la homosexualidad, no tiene derecho a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Es el viejo recurso de escurrir el bulto diciendo que hay otros peores que uno, de tal suerte que no tienen autoridad para señalarnos. Sobra decir que se puede y debe condenar una y la otra cosa. Curiosamente, los mismos que no le reconocían calidad moral a la FIFA para juzgar, festejaron la absolución.
Debemos volver al inicio y a un cierto sentido común. No hay libertades absolutas por una simple y llana razón: porque vivimos con otros. Y nuestras libertades tienen un límite: los derechos de esos otros. Es la base de la convivencia medianamente civilizada. Nadie tiene derecho a injuriar, difamar, ofender, al amparo de la libertad de expresión.
Recordemos que la violencia física se inicia normalmente con la violencia verbal. La masa anónima se cree con derecho a insultar precisamente por ser masa. Es probable que la inmensa mayoría de los que gritan no se atrevieran -por cobardía o por respeto- a decirle puto al portero rival frente a frente. Pero en el anonimato todo se vale. Total, somos todos y somos nadie.
Es una vergüenza que miles de compatriotas se reúnan en un estadio para gritar puto. El aullido masivo es una triste expresión… de lo que somos.

Es, en sentido estricto, la homofobia, la estulticia de la masa.

Y en torno a la expulsión de Luis Suárez, el reconocido diario español El País, publicó, con agudo escalpelo, una microcirugía verbal, alerta:

Aparentemente había un cierto consenso en el Mundial, si es que el en futbol se puede hablar de acuerdo, sobre la necesidad de que Luis Suárez fuera sancionado de forma inequívoca por morder a Chiellini.

El sentido común invitaba a aplicar el reglamento de inmediato, conceder el derecho de apelar al castigado y zanjar sin mayor dilación un asunto que con el tiempo se ha convertido en un show que ha trascendido a la Copa.

No se ha hablado del castigo que merecía propiamente el futbolista sino que se ha recordado su infancia difícil, sus problemas con el alcohol y su currículo penitenciario en el Ajax y en el Liverpool.

Ya son tres las veces que Luis Suárez ha mordido a un futbolista del equipo rival e incluso se ha sabido que un aficionado noruego ha ganado su dinero después de apostar a que el uruguayo volvería a clavar sus dientes a un zaguero.

Las redes sociales se han llenado de chistes, bromas y fotomontajes sobre Suárez, comparado con Drácula o Hannibal Lecter, invitado a acudir a un psicólogo o a un veterinario.

El escarnio sobre el personaje ha sido a menudo tan excesivo como la defensa irracional que los uruguayos han hecho de su ilustre ciudadano, desde el presidente José Mujica al capitán Lugano pasando por el seleccionador Tabárez.

Hay que mantener el negocio y aplicar el fair play. Así es de hipócrita la FIFA, de nuevo populista y arbitraria

Negar la evidencia y convertir una infracción futbolística en un asunto de Estado no ha sido tampoco la mejor defensa de Suárez. El caso desbordó el ámbito deportivo y se escapó por tanto a su control y muy especialmente al de la FIFA, que juzgó al jugador como futbolista y ciudadano y, de paso, castigó de forma indirecta al Liverpool, su actual club, mientras no hay compensación alguna para el perjudicado, que es Italia.

A Suárez se le puede condenar con nueve o más partidos y multarle con 82 mil euros o 200 mil de acuerdo a la injusta  justicia deportiva, siempre discutible. Suspenderle de cualquier actividad vinculada con el futbol cuatro meses, en cambio, es menos razonable y más parece una pena contra un delincuente, al que como tal le está prohibida la entrada a la cancha. Aunque se le ha señalado como un hooligan, no se prohíbe en cambio su traspaso.

Hay que mantener el negocio y aplicar el fair play. Así es de hipócrita la FIFA, de nuevo populista y arbitraria: no se sabe por qué meter el dedo en un ojo, dar un codazo, pegar un cabezazo o romper la tibia y el peroné sale más barato que un mordisco.

El máximo organismo futbolístico ha perdido cualquier autoridad moral desde que no sanciona la corrupción de sus miembros y ejemplariza sin criterio los castigos a los jugadores.

Luis Suárez merece ser sancionado como futbolista, pero precisa de atención como persona, y la FIFA no es precisamente el mejor doctor.

La sanción no solo es desproporcionada sino que suena a populista, propia del show mediático que mueve al futbol y, sobre todo, a sus rectores, aquellos que convierten la administración y aplicación de la pena en más noticia que la falta.

Igual a Maradona se le dio trato de delincuente, desde que resultó positivo con cocaína cuando jugaba en Italia, con año y medio de suspensión.

“El 10”, en su momento y ahora Suárez, tiene un problema sicológico. En sentido estricto está enfermo.

Mas eso no lo comprende, ni lo comprenderá la FIFA-Mafufa:

Vive su propio deliro.

Últimas Noticias

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here