A c e n t o
Salvador Flores Llamas
Es el grito que debemos lanzar después de que el triunfo de Holanda acabó nuestra ilusión de seguir en el Mundial de Futbol, porque el país debe seguir adelante, enfrentar y resolver sus problemas y carencias con el ejemplo de los esforzados jugadores, que dieron todo para tratar de darnos la victoria.
Su desempeño nos invita no al pesimismo, la derrota y la depresión, sino a hacer un grande y sincero esfuerzo en bien de todos, máxime de los más necesitados, a quienes olvidamos fácilmente en el tráfago diario, y no por ello dejan de padecer y ahondar su terrible situación.
Los mexicanos nos ilusionamos con el paso del equipo del “Piojo” Herrera en la justa mundialista, después de que el equipo calificó para ir a Brasil con un repechaje contra Nueva Zelanda, del que nos salvó paradójicamente un gol de Estados Unidos a Panamá.
Herrera fue capaz de sacarnos del letargo, inyectarnos optimismo y alentar la posibilidad de pasar a cuartos de final, paso que logró la selección en los dos mundiales de México: en l970, cuando Italia la eliminó en Toluca, y en 1986, cuando Alemania nos cerró el camino en Monterrey.
La ilusión de avanzar ahora no era artificial, había argumentos deportivos y técnicos para fincarla y el ánimo más que sobrado; pero no se dio y no hay por qué recurrir a las frases manidas de que ganamos mucha experiencia, aprendimos más y otras por el estilo; sino sólo a alentar la certeza de que pronto se llegará más adelante, porque hay madera.
La misma que diario demostramos los mexicanos al entregarnos a resolver nuestros problemas que, no por ingentes, han de infundir temor y menos desaliento; sino la confianza de que tenemos arrestos y medios suficientes para superarlos.
Si no valen las disculpas ante la derrota que nos infligió Holanda, tampoco las invoquemos para no hacer lo nuestro cotidianamente, por la familia, por México y nosotros mismos, y porque no hay pero que valga para eximirnos de cumplir con nuestro deber ante los demás y ante la vida.
Mas la autoridad también debe poner lo suyo: dejar de solapar o propiciar corruptelas, injusticias e incumplimientos y regalar impunidad para quedar bien con poderosos, aliados y cómplices; y empezar a desbrozar en serio la madeja de la inseguridad pública, la insensibilidad oficial y la incapacidad de compadres, amigos y recomendados.
Más limpieza y autenticidad reclama nuestra vida pública; menos engaños a los demás de que cumplimos si no lo hacemos y desquitamos los sueldos y canonjías que disfrutamos y que merecemos bonos, recompensas y una vida regalada a costas del pueblo, en vez de contentarnos con la justa remuneración y de corresponder con el mejor de nuestros esfuerzos.
Mas responsabilidad en aplicar políticas que beneficien a las mayorías, sin engaños, cobros indebidos de cargas fiscales y exacciones en beneficio de malos gobernantes y bolsillos insaciables; sino para hacer real la justicia, tan prometida como reclamada por gobernantes y gobernados.
El futbol, el deporte nacional que paralizó al país en los partidos del TRI, es espejo en que podemos vernos para dar lo mejor por salir adelante en crear empleos, mejorar la economía, rescatar de la miseria a 50 millones y elevar el nivel de vida de los mexicanos.
¡Vamos futbolistas! ¡Vamos México! Recordemos que “cantando se alegran los corazones” y que “en el cielo (nuestro) eterno destino con el dedo de Dios se escribió”. No es un alarido patriotero, sino una arenga para que apliquemos el denuedo y el aliento con que animamos al TRI, en beneficio del país.
