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El pez por la boca muere…

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Ángel Heladio

Entresemana

Moisés Sánchez Limón

Fenecía junio de 1996; estaba fresca la aparición, días antes, del Ejército Popular Revolucionario, el 28 del lluvioso junio de ese año, en el vado de Aguas Blancas, adelante de Coyuca de Benítez. Por esos rumbos, el entonces gobernador sustituto, Ángel Heladio Aguirre Rivero, invitó a una reportera y dos reporteros a subir al cómodo autobús del gobierno estatal, para una entrevista.

 

Afuera el calor era sofocante. En la comodidad que aporta el aire acondicionado, bebidas refrescantes en ristre y la sonrisa del gobernador en la bienvenida, pintaban una escena radicalmente ajena a ese drama de la pobreza ancestral el estado de Guerrero y, sobre todo, al sangriento pasaje de un año antes, 28 de junio de 1995, cuando policías instruidos por el alto mando político guerrerense detuvieron, a balazos, a un grupo de campesinos. Los masacraron.

El entonces gobernador Rubén Figueroa Alcocer debió solicitar licencia dizque para no entorpecer las investigaciones. Ernesto Zedillo lo trató con guante de seda y lo dejó ir cobijado con el manto de la impunidad. Y ascendió Ángel Heladio.

Figueroa, heredero del vasto poder de su padre del mismo nombre, poderoso cacique del transporte, mantiene importante influencia en la vida política del estado de Guerrero. Nadie le reclama nada, nadie se atreve a cuestionarlo, nadie le grita ¡asesino!, en público, como le gritaron al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en el Zócalo porque, por antonomasia, lo identifican con ese perredé guerrerense que arropó a un criminal y lo hizo presidente municipal de Iguala.

Por supuesto, Ángel Heladio comenzó a disfrutar las mieles del poder y, aunque no se desvinculó de su antecesor, evitó sobremanera expresar opiniones acerca de éste. Civilidad política o pago de favores, rendición ante el jefe del clan o como usted le quiera llamar, pero Ángel Heladio gobernó, a secas, gobernó. Y le cedió el poder a René Juárez Cisneros, quien pese a presumir de buen político, debió entregar el poder al perredista Zeferino Torreblanca Galindo.

Mientras, Ángel Heladio esperaba, tejía sus aspiraciones, ésas que confió en ese mediodía de canícula de junio a los reporteros y la reportera que más que entrevistarlo, intercambiaban opiniones respecto de los intereses que habían movido a crear al EPR, a su aparición en el Vado de Aguas Bancas.

Ángel Heladio hablaba fluido, conocedor de su terreno político, de su estado. Y coincidía con la idea de que los eperristas estaban integrados por herederos del movimiento de finales de los años sesenta y mediados de los setenta (del siglo pasado), que dieron génesis al Partido de los Pobres y obligaron a dos alumnos destacados de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Raúl Isidro Burgos, Genaro Vázquez Rojas y Lucio Cabañas Barrientos, a tomar las armas y alzarse en contra del gobierno estatal, primero, y luego el federal. La guerrilla de aquellos tiempos.

Ese día, enfundado en su impecable guayabera blanca, mientras el autobús corría la ruta costera hacia Acapulco, Ángel Heladio adelantaba, entre broma y veras, respecto de la importancia de los medios de comunicación, en específico de los reporteros, para ascender en el escalafón político. Y se preparaba para buscar, vía elección, la gubernatura de Guerrero.

Por supuesto dejaría pasar por lo menos un sexenio para contender por la nominación y luego por la gubernatura. “¡Ayúdame!”, le dijo a uno de los reporteros que luego lo trataría un poco más próximo, cuando Ángel Heladio fue diputado federal. Y en esos días de enero de 2011 ya estaba en la ruta de cristalizar su sueño de ser gobernador electo en las urnas, volvió a pedir apoyos, que se hablara bien de él, que se le ubicara como mejor candidato que su primo y contrincante priista Manuel Añorve Baños.

Arropado por la alianza PRD-PT-Convergencia y de última hora por el PAN, Ángel Heladio arrasó en las urnas y rindió protesta como gobernador constitucional del estado libre y soberano de Guerrero.

Sus promesas de campaña comenzaron a diluirse y desplegó, entonces, una embestida mediática, millonaria, en medios de comunicación electrónicos, en la televisión, en la radio, en comentarios positivos para él y su administración, en desplegados llenos de fruslerías y maravillas alejadas de toda realidad, contrastantes hasta la indignación con la miseria y el hambre que priva en la Montaña, en Los Filos, en la costa, en el Acapulco que no sale en la tele ni en las postales, en la insultante comparación de los niños ventrudos que juegan con perros famélicos y sarnosos en la zona de Renacimiento con los que corren por la Costera Miguel Alemán, rubicundos y tostados por el sol.

Ángel Heladio ha caído en su propia desgracia y por más que pida apoyos, que reparta recursos y convoque a reuniones en las que entrega maquinaria, como a los industriales de la tortilla, escenarios donde le aplauden y le piden no se vaya, su gobierno se acabó el viernes 26 de septiembre.

Este jueves, cuando la sociedad mexicana demuestra públicamente, en las calles, que está soberanamente encabronada –ése es el adjetivo sin eufemismos–y harta con un sistema político que se ha coludido con el crimen organizado y ha desaparecido a 43 estudiantes normalistas, Ángel Heladio dice que nunca dijo lo que dejó plantado como una especie de macabra solución a ese conflicto que se perfila con un final de tragedia mayúscula, que si de algo servía su renuncia, renunciaba.

Y, en el exceso del piso perdido, como el dictador que busca el apoyo del populacho embriagado por la demagogia, dice que serán los guerrerenses quienes determinen si se va o se queda. Enredado, Ángel Heladio pide ¡Ayúdame!, pero ya no hay quien lo ayude, so riesgo de incurrir en complicidad con un gobernador que ha hecho todo, todo, menos gobernar. ¿Dónde quedó su cordura y sapiencia demostrada aquel día de junio de 1996? Si se va o se queda, para el caso es lo mismo. Nadie lo respeta como gobernador. Digo.

VIERNES. No hay duda: ¡El pueblo, se cansa, de tanta pinche transa! Por cierto, ¿y para cuándo el asunto de Oaxaca? Conste.

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@msanchezlimon

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