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FIFA antropófaga

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Jesús Yáñez Orozco

No se tienta el corazón la Mafia-FIFA-Mafufa cuando, guadaña en ristre, quiere ‘cortar la piernas’ a algún futbolista, como sucedió con Maradona durante el Mundial de Estados Unidos 1994, por reincidir en dar positivo un antidoping, con efedrina.

 

Fue el caso de los cuatro meses de castigo al jugador Luis Suárez, de Uruguay –apodado el “caníbal” o el “Conde Drácula” por morder a un rival– durante la pasada Copa del Mundo celebrada en Brasil.

Tal fue el incordio global que provocó su sanción que, su presidente, José Mujica, definió a los fifos como una “manga de viejos hijos de puta”, en referencia, sobre todo a su presidente, el suizo Joseph Corleone Blatter.

Se quedó corto. En su definición el mandatario uruguayo. Mas no encuentro en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española un calificativo que descalifique en su exacta dimensión a la máxima mafia futbolística mundial.  

Más bien es una execrable mafia antropófaga, sin rubor alguno: devoradora de jugadores. 

Hace unas horas el Suárez, quien milita en el Barcelona —Dream Team del soccer que encabeza Lionel Messi–  recibió la Bota de Oro –la misma que ganó Hugo Sánchez, como jugador del Real Madrid, hace más de dos décadas— como máximo rompe-redes de Europa.

Su imagen, con el áureo botín en las manos, hizo rememorar cómo se las gastan los mafufos de la FIFA, cuando tratan de bajar del camión balompédico mundial de la ignominia, como sucede cada cuatro años, y que fue su caso, cuando era uno de los pocos –poquísimos, digo yo– futbolistas que hacía diferencia, con el balón a sus pieseses, durante la pasada justa mundialista.

El atacante fue sancionado inmisericordemente, con nueve encuentros, luego de que mordió el hombro izquierdo del zaguero italiano Giorgio Chiellini, durante el encuentro disputado entre ambas selecciones, el 24 de junio.

Fue una imagen que recorrió el mundo como reguero den pólvora, a través de los medios de comunicación y las redes sociales.

Dicha sanción –como muchas otras a lo largo de la historia del balompié mundial, incluso local– fue violatoria, no sólo de las leyes laborales, sino de los derechos humanos.

Porque nadie, en ningún rincón del mundo, puede impedir el derecho al trabajo de un obrero o profesionista, así sea jugador de futbol.

En el colmo de los colmos, la suspensión impedía. Además, entrenar al jugador con la escuadra azulgrana.

Es peculiarmente común la irracionalidad de la mafia mundial del balón, pues no mide con el mismo rasero.

Por ejemplo, al francés Zinedin Zidane, por el cabezazo en el pecho al italiano Marco Materazzi, lo castigaron con tres encuentros que cumpliría con servicios comunitarios, en el Mundial de Alemania 1990.

Cuatro años después, en la Copa del Mundo celebrada en el país de Las Bardas y las Estrellas, el zaguero ítalo Mauro Tassotti y el brasileño Leonardo, hicieron polvo, a base de codazos, al español Luis Enrique –a quien rompió la nariz– y al Cara Pálida, Tab Ramos, del país anfitrión, respectivamente.

Al primero le impusieron siete juegos de castigo y cuatro al segundo.

Pero si hubiera justicia divina, el jugador Pepe, brasileño naturalizado portugués, del Real Madrid, debiera estar en terapia sicológica.

O internado en un siquiátrico.

Dudo que, con su nivel de agresividad, fuera susceptible de ser enviado a la cárcel.

Suele confundir el cuerpo de los rivales con el balón, ante la complacencia de los árbitros y la indolencia de la Mafia-FIFA.

Al paso que habrá jugadores asesinados en la cancha y nada pasará. Como sucedía en el Circo Romano de la antigüedad.

Suena un exceso, pero no estoy lejos de la realidad.

El futbol es un permanente circo de violencia, latente y manifiesta.  

Este miércoles 15 de octubre fue entrevistado por el diario español El Mundo, el “Caníbal” –emulo del excampeón de peso  completo, Mike Tyson quien arrancó un trozo de oreja a su contrincante, Evander Holyfield.

Habló de cómo superó la sanción impuesta por Sepp Corleone y sus secuaces. Y anunció que en noviembre próximo presentará un libro de su autoría. 

Esta es la entrevista íntegra:

Luis Suárez habla pausado. Mide sus frases, busca la bendición de su esposa, Sofía, y mira de reojo la Bota de Oro, trofeo que le acredita como máximo goleador europeo del pasado curso, junto a Cristiano Ronaldo, gracias a sus 31 goles con el Liverpool.

Con la alegría propia de quien ve la luz tras cuatro meses de castigo, el delantero atendió a este diario, invitado por los embajadores de la European Sports Media (ESM), cuyo representante español es Marca.

–Alcides Ghiggia, campeón del Mundo en 1950, dice que Uruguay necesita jugadores como usted, con ese carácter. Pero que no sabe qué le pasó el día de Chiellini.

–Futbolistas con mi carácter hay muchos. Lo demuestran día a día en sus clubes y selecciones. No estaría mal tener más en la selección, pero creo que Uruguay ya tiene de por sí el carácter fuerte.

–¿Los incidentes que ha tenido responden a ese enorme deseo que tiene de ganar?

–Sí. Son deseos que a veces me juegan una mala pasada, pero prefiero pasar página y pensar en el presente. Cuando me retire haré análisis de todas las cosas buenas y malas que me han tocado vivir.

–¿Quién piensa que es más cruel en el campo, Pepe o usted?

–Los futbolistas no son crueles. Yo cometí un error y pedí perdón. Es cosa del pasado.

–¿Qué ha hecho durante este periodo de sanción?

–La verdad es que lo primero que quería era que saliera la sentencia para ver si podía jugar con los compañeros, entrenar. Quería volver a sentirme profesional. No he tenido la oportunidad de tener hobbys. Eso sí, les recomendaría un libro, el mío, que sale ahora en noviembre.

–¿Quiénes han sido las tres personas que más han influido en su carrera futbolística?

–La persona que me hizo debutar en primera división, Martín Lasarte. Siempre le estaré agradecido. Confió en mí y me apoyó cuando las cosas me iban mal. Como también a Rob Jans, el entrenador que tuve en el Groningen. Me avisó de que adaptarme al fútbol europeo no iba a ser fácil. Que me iba a costar. Pero me dijo que creyera en mí, que jugara de la misma forma que en Uruguay. Y, por supuesto, está Kenny Dalglish.

–¿Qué ha significado Dalglish para usted?

–Mucho. Él vivió una situación rara en Inglaterra conmigo. Me apoyó mucho. Que una persona como él, el Rey que le llaman allí, saliera a respaldarme de aquella manera… Es una leyenda del Liverpool. Tener su apoyo fue magnífico.

–¿Cree que puede ganarlo todo junto a Leo Messi?

–Vengo a ganar cosas en el Barcelona. Obviamente todo el mundo sabe lo que significa Leo. Para mí, es y será el mejor jugador del mundo. En el día a día uno se da cuenta de que quiere seguir triunfando en el Barça. No sé si es mejor que Cristiano, pero para mí, que comparto vestuario con él, puedo decir que Leo tiene muchas cualidades que lo hacen el mejor. Aunque hay mucha gente que lo pueda discutir.

–¿Puede dar el Barcelona un golpe de autoridad en el próximo clásico en el Bernabéu?

–Ya lo ha dado. Ya ha ganado muchos partidos en el Bernabéu, como también los ha perdido o empatado. Es normal en el futbol. Todo puede pasar. Espero que el resultado sea positivo. No creo que sea un festival de goles. Lo importante es que sea un lindo espectáculo.

–¿Qué le parece todo lo que se ha montado alrededor de Iker Casillas, tan cuestionado ahora?

–Sorprende y mucho. Que se discuta a Casillas, con tantos partidos en el Real Madrid y con su trayectoria en la selección… Llama mucho la atención. Pero cada uno tiene derecho a opinar. Si Casillas se pone a escuchar lo malo que dicen de él, el día que digan lo bueno se pensará que es el mejor portero de la historia. No hay que hacer caso, ni a las cosas buenas ni a las malas.

–¿Qué ha aprendido en estos cuatro meses?

–Que el foco está puesto sobre mí. Hay que ser realista. Cuando uno se equivoca, hay que aceptarlo. Eso es lo que me pasó a mí. Hoy en día soy consciente de lo que es Luis Suárez para la prensa.

Lo más seguro es que Luis Suárez sea un antropófago vegetariano o un vampiro con  hemofobia, quien se desmaya cuando ve sangre.

Porque la verdadera “Caníbal” del balón es la Mafia-FIFA.

 

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