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“Sicarios” y “suicidas” del balón

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Agora Deportiva

Jesús Yáñez Orozco

Criminalizar a los jóvenes es uno de los deportes preferidos del poder, sobre todo con estudiantes, como ocurre en el estado de Guerrero, con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y que tiene sus orígenes en la masacre del 2 de octubre de 1968. A esta acción se sumó hace tiempo  la Federación Mexinaca de Futbol.

 

Erigida en la Santa Inquisición Redonda, a través de la Comisión Disciplinaria –y su eufemístico Código de Etica, que es, a todas luces, inconstitucional— de un tiempo a la fecha suele sancionar los festejos de los jugadores, tras el gol –que coarta la más elemental libertad de expresión— que portan imágenes y leyendas religiosas –católicas y cristianas, sobre todo– en camisetas debajo de las playeras oficiales, colocándose máscaras de luchadores, incluso el lenguaje corporal.

Hubo un futbolista chileno, Sebastián González, apodado Chamagol, quien tras sus anotaciones solía emular al anodino Chapulín Colorado, con su Chipote Chillón, que le proporcionaba un fotógrafo en la parte posterior de la portería.

Igual sucede en el balompié europeo.  

El caso más reciente en el balompié nacional fue el pasado 22 de octubre.

Diego Jiménez, de 26 años de edad, realizó un controvertido festejo. Durante el duelo correspondiente a los cuartos de final de la Copa MX que sostuvo Lobos BUAP frente a Mérida, que terminó 3-1 a favor de los poblanos y les dio el pase a la semifinal.

Corría el minuto 90 del duelo cuando el árbitro marcó un penal a favor de Lobos BUAP.

Jiménez se encargó de convertirlo en  gol. Al momento de festejar, el futbolista actuó –lenguaje corporal– como si se disparara un tiro en el parietal derecho, mientras accionaba el dedo gordo, simulando el gatillo de una pistola, y el índice derecho un cañón, y caía inerme, como fardo, al césped.

No fue grata la escena del ex jugador de Cruz Azul, Mérida y Atlante de 26 años de edad. Creó un sentimiento consciente o inconsciente de indefensión colectiva.

Hubo a quienes pareció un acto imprudente, irresponsable, debido a la ola de violencia que se vive en México. Más porque este tipo de imágenes suelen ser imitables por los niños, que ven en los goleadores, por lo general, sus ídolos futbolísticos.

Pocos medios de comunicación destacaron el hecho “suicida”. Quienes lo difundieron a través de prensa escrita y redes sociales, la mayoría, lo hicieron parecer como un caso irrelevante, insulso. Sólo dedicaron unas cuantas líneas para consignar el hecho. Pocos se explayaron.   

Mas la aparente acción insensata del deportista puede interpretarse de múltiples maneras, pues el jugador nada ha dicho de cuál fue su ‘mensaje’ con le mencionada acción.

Y pudo ser una forma de protesta en el marco de los asesinatos de 22 presuntos delincuentes en Tlatalya, Estado de México, a manos del Ejercito Mexicano, y la muerte de seis personas, entre ellos un jugador de la tercera división del futbol mexicano, Avispones de Chapingo, y la posterior desaparición forzada de 43 normalistas de Ayotzinapa, por la policía de Iguala, ningún medio de comunicación dio ese contexto, que tiene que ver con la manipulación mediática para restar importancia al hecho sangriento.

O, puede leerse, también, como una forma de crítica al poder por el sentimiento de desamparo de la juventud en general, debido a  las pocas, más bien nulas, opciones de vida digna que miran para su futuro mediato e inmediato.

Los suicidios entre los adolescentes son cada vez más frecuentes, según datos oficiales.

Son, los futbolistas, “sicarios” de sí mismos. 

A punto de cumplir siete años en la lucha del gobierno –que comenzó Felipe Calderón Hinojosa, y que ha prohijado Homero Addams, quien despacha en Palacio Nacional– en contra de la delincuencia organizada, ya suman alrededor de 121 mil muertos, según cifras extraoficiales, sin resultado alguno para disminuir el centenar de carteles del narcotráfico en todo el territorio nacional.

Tras la polémica celebración, el futbolista de Lobos BUAP, la Comisión Disciplinaria lo multó, ipso facto, con mil 500 días de salario mínimo –67 pesos diarios, promedio, que asciende a 100 mil 935 pesos.

“En sanciones administrativas, se multa al jugador Diego Jiménez, de Lobos BUAP, con mil 500 días de salario mínimo vigente por realizar un festejo inapropiado tras anotar de penal en el triunfo de su equipo ante Mérida”, expresó el organismo.

Con este tipo de medidas, la Femexfut trata de tapar el dedo con un sol.

En declaraciones a los medios de comunicación, con  el presidente de Lobos BUAP, Juan Carlos Bozikian, dijo, tibiamente, acerca de la celebración:

“El festejo me pareció bastante malo, la verdad. Ya hablamos con él un poquito al respecto”.

En torno a si el festejo hace apología a la violencia declaró:

“No. No pienso que sea así. Fue un festejo que no pensó y ya le explicamos las consecuencias que tiene para las personas, que sí lo es”.

En la liga mexicana ya habían existido dos casos similares al del ‘suicida’ poblano.

El primero ocurrió en 2011. Tras anotarle un gol al Estudiantes con su equipo, Guadalajara, el mediocampista Marco Fabián decidió celebrar su gol de una forma curiosa.

Tras marcar el tanto corrió hacia su compañero Alberto “Venado” Medina e hizo el ademán de dispararle en la cabeza, simulando un arma con su mano derecha.

El jugador sufrió fuertes críticas debido a los altos índices de violencia que se viven en México. Incluso recibió el apodo de “Sicario” de parte de los medios informativos.

En aquella ocasión ambos deportistas fueron sancionados con 50 mil pesos  por la directiva Macabra y no la Femexfut.

El segundo fue en 2012.

El ecuatoriano Fidel Martínez, de los Xolos de Tijuana, simuló dispararle a su compañero, el colombiano Duvier Riascos, en un festejo luego de su gol, como hizo  Diego Jiménez.

Sin embargo, curiosamente, en aquella ocasión no hubo sanción por parte de la Federación, ni del club.

Boinas p’a los calvos: los federativos, encabezados por el Dueto Miseria, (in) Justino Compeán-D(N)ecio de María, nunca miden con el mismo rasero ‘faltas’ similares.  

Castigan según su humor e intereses comerciales.

Son sicarios del esférico y sus capi di tutti capi , son dos de los principales mafiosos, delincuentes de cuello blanco y pantalón largo del futbol: Emilio Azcárraga Jean, y Ricardo Salinas Pliego, a quienes ya se sumó Carlos Slim, socio de los clubes León y Pachuca, considerado tres veces el hombre más rico del mundo por la revista Forbes. Son el equivalente al Joaquín Chapo Guzmán, La Tuta y el Mayo Zambada. 

Hace unos días Edinson Cavani, jugador del PSG francés, fue expulsado por un festejo similar al del futbolista del cuadro poblano, al considerar que hacía apología a la violencia. En este caso no hubo sanción alguna por parte del árbitro después de lo ocurrido.

Tampoco la liga local lo castigó.

Allá no suelen espantarse con el petate del muerto.

En Francia tienen una rara virtud: no criminalizan  la juventud. 

Insisto: estas escenas, sobre todo en México, son un reflejo de la violencia, latente y manifiesta, extrapolada de las calles –de urbes y pueblos— a las tribunas de los estadios y canchas de futbol.

Cuauhtémoc Blanco es el rey de los festejos polémicos.

Todavía recuerdo aquél  9 de mayo de 1999, tras anotar un penalti al Atlético Celaya, que dirigía Rubén Omar Romano. Félix Fernández Christlieb fue el portero que no pudo detener el disparo que significó el empate 2-2 en el Estadio Azteca.

Temo corrió hacia la portería y simuló orinar como perro a la altura de la línea de gol.
Cuando Ricardo La Volpe dirigía al Atlas tuvo que aguantar un festejo con dedicatoria sólo para él, luego de que el propio Cuauhtémoc anotó gol a los rojinegros.

Corrió al centro del campo en el Estadio Azteca para acostarse, en un acto de sorna, frente al timonel argentino, un 13 de noviembre de 1998 en la victoria del América 3-1 ante los Zorros.

Blanco le tenía odio jarocho a La Volpe pues cuando éste dirigió a las Aguilas, hizo bullying futbolísticos a varios jugadores americanistas, Blanco, entre ellos.

Ya en el futbol internacional, él jugó en las ligas italiana y escocesa, luego empezó a fungir como entrenador, pero lo que recuerda de Paolo di Canio, son sus polémicos festejos en los que parecía imitar saludos fascistas, por lo que incluso fue calificado como racista.
También la historia cuenta que Robbie Fowler, recordado delantero del Liverpool, en su niñez fue un ferviente fanático del archirrival de los Reds, el Everton. Sin embargo, en 1999 no tuvo empacho para responder a las críticas de los seguidores del antiguo club de sus amores que lo tildaban de cocainómano.

En pleno “clásico de Meresyde” y tras anotar un gol de penal, Fowler corrió hacia la línea de fondo, se agachó y simuló inhalarla.

Por su polémica celebración, el jugador recibió una sanción por cuatro partidos de liga y el Liverpool se vio obligado a pagar 32.000 libras, alrededor de 550 pesos actuales.

Sí, en el futbol mexicano se espantan con el petate de la Catrina.

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