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Entre Dios y el Diablo

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Jesús Yáñez Orozco 

Priista irredento… hasta la ignominia.

Considerado “titán” –eufemismo total– de los medios de comunicación y el deporte nacional durante 40 años. Tras su muerte, más de alguno querrá canonizarlo. Incluso, ya hay periodistas quienes, en el colmo, lo llaman “patrono”. Aunque respetable el calificativo, pues cada quien habla según le va en la feria.

 

Por obra y gracia de él, se debe –en parte– que México tenga la famélica, vergonzante, cifra de 62 medallas olímpicas, en contraste de las 208 de Cuba, islita con 12 millones de habitantes.

De aquellas, 35 fueron conquistadas durante los 40 años que Mario Vázquez Raña estuvo al frente del Comité Olímpico Mexicano (COM), cuya historia de ignominia político-deportiva comenzó el 1974, con dos curiosas coincidencias: compró la cadena de diarios del coronel García Valseca, a la oscura sombra del presidente Luis Echeverría Alvarez y cayó del cielo al frente del COM.

Durante 10 las últimas olimpiadas, de 1974 a la fecha, durante su gestión, México alcanzó un raquítico promedio: 3.5 preseas por justa.

No sé si Tombuctú nos iguale.

Y esos logros son más producto de la cultura del esfuerzo individual de los atletas, que reflejo del estulto sistema del deporte institucionalizado.

Y aunque se ufanaba que no tenía “patrón” que lo obligara a renunciar al frente del COM, era incondicional del presidente de la República en turno: Luis Echeverría Alvarez, José López Portillo, Miguel de la Madrid Hurtado, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León,  Felipe Calderón Hinojosa y EP(inochet)N. Durante la gestión de Vicente Fox, tuvo una relación ríspida con Nelson Vargas Basáñez, entonces titular de la Comisión Nacional del Deporte (Conade).  Había un mutuo desprecio.

Corresponsable es Vázquez que el deporte nacional sea considerado jarrón chino: sale carísimo al pueblo y está de adorno. Basta recordar que somos campeones mundiales, medalla de oro, en obesidad infantil y adulta.

Fue, además, parte medular de la Trinidad Maldita del deporte nacional durante cuatro décadas: COM, Conade y Confederación Deportiva Mexicana (Codeme).

No sé si Mario Vázquez Raña esté en el cielo o el infierno. Pero seguro, seguirá hablando con Dios o el Diablo con faltas de ortografía.

Deduzco que MVR tenía algún grado de discapacidad mental. No sé si padecía dislexia o dislalia, pues nunca pudo  corregir ese defecto.

O ambas dos. Tampoco lo superó pese a su paso por la UNAM, donde supuestamente estudió administración de empresas. Me quedo con el beneficio de la duda.

Porque resulta significativo que, de pequeño, sus padres lo hayan regresado de México a Avión, España, donde eran originarios, pues tuvo problemas para desprenderse de su lengua materna, la gallega, pues se le complicaba hablar y escribir castellano.

Llamaba, también, mi atención su expresión corporal. Siempre con el pecho erguido, como gallito custodiando las gallinas de su corral.

Su impostada voz e histriónicos ademanes eran otra de sus características que lo hacían falaz, mendaz.

Caricaturesco, más bien. 

Las pocas veces que llegué a entrevistarlo en sus oficinas me resultaba curioso ver que siempre sus manos jugueteaban con un lápiz amarillo. Mas nunca observé que escribiera algo.  

Viene a mi memoria una de esas entrevistas. Comenzaba como reportero del diario El Financiero a principios de los 90s. Llegué con mi grabadora rectangular en ristre, de los años 70s de casi kilo y medio de peso, que ante sus ojos debió parecer prehistórica.

Se incomodó.

Puso cara de what arrellanado en su sillón de piel negra.

Con ceño fruncido ordenó a su secretaría, Ximena Saldaña, que facilitara una grabadora cuadradita, pequeñísima, que estaban en boga entonces, de unos 200 gramos de peso. De esas que él solía usar para entrevistar presidentes, primeros ministros, jefes de Gobierno, reyes. Dictadores socialistas,  capitalistas, incluidos del tercer mundo.

Al final de la charla, mirando de reojo mi armastote rectangular, marca Panasonic, prometió regalarme una grabadora. Obvio, nunca cumplió.

Casi olvidaba otra anécdota que pinta de pies a cabeza los entretelones de la lucha por el poder del deporte en México.

Poco después de llegar al frente de la recién creada Conade, en 1988, por Salinas de Gortari, su titular, el ex marchista Raúl González, tuvo un fugaz jefe de prensa, Rodolfo Guzmán, periodista de cepa, quien había sido uno de los reporteros estrella de la revista Proceso, con quien compartí la redacción de ese semanario, así como de la agencia italiana de noticias ANSA.

Era secreto a voces que pleito cazado que tenía el andarín con MVR, quien nunca lo apoyó como deportista. Sin embargo, ganó dos medallas olímpicas y es considerado uno de los mejores atletas de todos los tiempos del mundo.

Guzmán había convocado a Francisco Ponce, titular de deportes de Proceso, autor de la célebre columna Marcador, y quien, a su vez, tuvo la deferencia de invitarme.

Coincidimos en un restaurante de comida italiana en la Colonia Nápoles de la ciudad de México. Luego de un par de tragos, Guzmán, poco diplomático, casi dictatorial, tiránico, me pidió que me retirara de la mesa. Deseaba platicar a solas con Paco. Llamó mi atención que, si se suponía éramos amigos, tuviera que apartarme. Y más de forma que percibí poco educada. En fin, a regañadientes, me instalé en la barra del bar acompañado del asistente personal de Guzmán.

Casi una hora después nos hicieron señas para que regresáramos. Percibí pesado el ambiente. Algo no andaba bien. Me había tomado un trago más. Ordenamos la comida: pastas y pescado.

Tres horas después Ponce comenzó a despedirse, Tenía el rostro desencajado, casi amarillo.

Con un trago de whisky en la mano derecha me pidió que lo acompañara al estacionamiento.

Escupió, mientras jugueteaba nervioso con el vaso y tintineaban los hielos:

“Este hijo de puta quiere que utilice mi columna para chingar a Vázquez Raña”.

Y remató:

“Está pendejo si cree que Raúl González me va a manipular”.

Negando con la cabeza abordó su Jetta rojo y se despidió, con palabras bañadas de incordio: “¡Nos vemos, Puma!”.   

González soñaba con quitar a Vázquez de la presidencia del COM. Y para eso tenía el apoyo de Salinas. Pero re requería mucho más que el apoyo presidencial para quitarle el jugoso poder del deporte olímpico nacional.

Paradójicamente, quien anda perdiendo el puesto fue el ex andarín.

Previo a los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 auguraba ufano que el equipo mexicano ganaría siete medallas.

Sólo trajo una el marchista Carlos Mercenario. Fue drama nacional. Se creó, incluso, una comisión investigadora, para analizar el porqué de esa vergüenza deportiva. Finalmente nada pasó.

Me repatea el hígado, incluso más abajito, cuando a su nombre se antepone el “don”. Y lo hacen reporteros –no todos– quienes se vieron beneficiados con “chayo”, “embute”  –en dinero y especie, viajes internacionales principalmente– que él costeaba con los impuestos del pueblo. Dudo que fuera de su bolsillo.

No censuro la actitud de los compañeros. Para nada. Tengo entrañables amigos que siempre anduvieron tras el dinero mal habido.

Cada quien mata pulgas como puede en este sacrosanto oficio.

Era una forma de evitar la crítica generalizada de los reporteros.

Algo similar hacía José Sulaimán Chagnon, al frente del Consejo Mundial de Boxeo (CMB), durante casi 40 años. Los reporteros de Box se relamían los bigotes cada Congreso Anual del CMB que llevaba, a veces, al otro lado del mundo. Algunos periodistas llegaban a fungir, incluso, como promotores o representantes de peleadores.

Nelson Vargas Basáñez, expresidente de la Conade durante la gestión de Fox, tenía otra táctica. Becaba a los hijos de reporteros.

Yo entre ellos, que ilusamente creí en la calidad moral y ética del “profe”, como se conoce al exitoso empresario de las acuáticas. Además, hábilmente, las becas las deducía de impuestos.   

Vázquez Raña, con su emporio periodístico, sabía de la importancia del apoyo mediático de una agencia internacional noticiosa.

Era en particular generoso con la Agencia Española de Noticias EFE, a cuyos reporteros trataba como reyes. Uno de ellos, Alfonso Quezada, me platicó varias anécdotas de “don” Mario. Esas sí me reservo.

La muerte de Vázquez Raña, parte medular del priismo de los últimos 40 años, ni me alegra, ni entristece, sino todo lo contrario, diría el clásico.

Pues a través de su monopolio periodístico de diarios –aglutinados en la Organización Editorial Mexicana (OEM) encabezados por el deportivo Esto, La Prensa, y el Sol de México, –además de autopromocionarse a nivel mundial–  intentaba lo imposible: lavar el manchado rostro manchado de corrupción del sistema político mexicasno y sus eufemísticos poderes facticos. Que ni con clarasol se quita.

Eran, son y serán, sus más de 70 periódicos,  acríticos del poder tricolor, federal, estatal y municipal.

Supe que a la agencia Mexicana de Noticias (Notimex) –dependiente de la Secretaría de  Gobernación– que era la que nutría las páginas de sus 70 diarios con información que pagaba, como suscriptor al servicio, sólo el precio de un diario. Cuando cada uno de ellos debía cubirir la respectiva cuota.

No sé si eran 10 mil pesos mensuales o mucho menos, en 2001, que supe cuando fui editor de deportes de ese medio gubernamental.

En la columna, titulara “Realidad mata ficción” del 14 de septiembre pasado, consigné esto:

Otro cambio que se avecina es en el Comité Olímpico Mexicano, cuyo presidente vitalicio es Mario Vázquez Raña, hermano de Olegario.

De acuerdo con sus allegados, Mario está sumamente delicado de salud. Se duda que cargue los peregrinos este año. 

Y todo indica que su eterna secretaria particular, hace más de 30 año, Ximena Saldaña –hija del Jorge, conocido conductor de programas con contenido social de lo que fue Imevisión –Ahora TV-Azteca–, y actualmente participa en una programa dominical de música, los domingos por Canal 11— se convertirá en la segunda de a bordo del COM, pues quien lo preside es Carlos Padilla Becerra.

Lo que sí es un hecho es que Ximena ocupará el cargo de presidenta de la Organización Deportiva Panamericana (Odepa) que Mario ostenta desde 1975 a la fecha. Fue reelecto hasta 2016.

Fue, además, presidente de la Asociación de Comités Olímpicos Nacionales de 1979 a 2012.

El 5 de abril del 2008, Vázquez Raña recibió atención en la prensa internacional tras decir que “el Tíbet es un problema Chino, y no tiene relevancia para los Juegos Olímpicos”.

En mayo del 2012, Vázquez Raña volvió a ser mencionado en los medios de comunicación tras acusaciones de que la Organización Editorial Mexicana –propietaria del Esto, La Prensa, El Sol de México, y más de medio centenar de periódicos en el interior del país– manipuló artículos a favor del candidato presidencial Enrique Peña Nieto.

A Vázquez Raña lo recuerdo durante un informe anual del COM, ante el Villano Favorito –Salinas— en 1993.

Todo indica que ambos, Homero Addams –que habita en Los Pinos– y él, fueron a la misma universidad de lento aprendizaje.

Mientras, el deporte nacional tan lejos de Dios, en manos de los priistas.

Amén.

Y como dice la letra de la canción Cleto, de Chava Flores: “Cuando vivía el infeliz, ¡ya que se muera!, y hoy que ya está en el veliz, ¡qué bueno era!”

Que Dios o el Diablo lo tengan en su santa gloria.

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@kalimanyez

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