Agora Deportiva
Jesús Yáñez Orozco
Manuel Seyde y Seyde debe gozar desde su tumba la genialidad de su humor negro –que lo hace inmortal– con que marcó, indeleble, la estulticia que caracteriza hace casi 50 años al futbol mexicano, en general, a la Selección Nacional, en particular. Resumió en dos ácidas palabras lo que representa este deporte profesional en el país: Ratones Verdes.
Definió así a los Roedores por correr sin ton no son sobre la cancha, y padecer pánico escénico, allá por 1966, durante el Mundial de Inglaterra.
Don Manuel nació en Paso del Macho, Veracruz, en 1914. Falleció en 1994. Ejerció el periodismo durante casi medio siglo, de 1935 a 1983, en el diario Excélsior, donde publicó la columna Temas del Día. Fue director de la Sección Deportiva y Premio Nacional de Periodismo.
Publicó tres libros relacionados con la patada: La fiesta del alarido, Las copas del mundo y Copa Mundial en 1986.
También se le responsabiliza por la peculiar definición que hizo del esférico con que, ironizaba, era practicado este deporte en la zona de la Confederación Norte Centroamericana y del Caribe de Futbol: balón cuadrado.
Entre otras cosas, no sólo por aspectos históricos que datan de la colonia, a los mexicanos se les quiere con odio jarocho en Centroamérica, sino también por esas dos hirientes palabras.
Ahora, casi 10 lustros después, al Tri le han caído en cascada los apodos: desde los oficiosos de Televisa: “el equipo de todos”, “los nuestros”, “el gigante” de Con Caca, sin la F. Así, separado, digo yo.
Pero hay otros con sorna anti-Televisa: Tritanic, Tridolor, Trigloditas, Deserción Nacional, Decepción Nacional, Desesperación Nacional, Dream Team –por su destacado papel en la Copa América 1993, en Ecuador. Finalizó subcampeón tras perder ante Argentina. Pero nada comparado con el mote de Ratones Verdes.
Incluso, mi Compa-Ñero, Aquiles Baeza, en homenaje a la memoria de Seyde, sugirió unos minitextos que intentan ser verdosas perlas ratoniles.
Es una pretensión de erradicar, entre el lector de este columnista, albañil de la palabra, el síndrome depresivo del obrero con salario mínimo, aunque sea un momento. En 1968, con dos pesos, podíamos comprar 20 bolillos. Ahora un bolillo vale un peso 60 centavos, en promedio.
Eso sí, su Alteza Serenísima, jura y perjura que con las eufemísticas reformas estructurales vamos hechos la mocha a erradicar la pobreza. Y en menos que cacaraquea un gallo podremos comprar, con el minisalario, los 19 bolillitos restantes.
Y dice:
–Los Ratones Verdes quieren jugar en la luna porque supieron es de queso.
–Exigen regalías por la película gringa un Ratoncito Duro de Matar.
–Dicen ser hermanos de Micky Mouse e hijos de Walt Disney.
–Quesque Carlos Salinas es su verdadero padre.
–Para motivarse antes de los partidos miran el filme Ben, la rata asesina.
–Pidieron que dejaran de venderse todos los raticidas que se expenden en el Distrito Federal hasta antes de su viaje al Mundial de Brasil.
–Solicitaron quemar en leña verde al inventor de la ratonera.
–Piden a los maiceados legisladores que hagan una ley que impida que empresas como Rodex se instalen en México.
–Quieren que científicos de la UNAM vayan hechos la raya a Australia para investigar por qué carajos los canguros crecen de ese tamaño, pues piensan que les dan royal desde recién nacidos.
–También solicitaron la prohibición de venta de escobas de aquí a la justa mundialista.
–Para ir a Brasil ya pidieron hamsters de mascotas para que sirvan como amuletos de la buena suerte.
–Desean condones especiales para la prolongada concentración, antes y durante el Mundial, pues hay riesgo de que se cuelen ratas a sus habitaciones.
–Eso sí: han coincidido que no quieren la calabaza de La Cenicienta, pues temen convertirse en bellos corceles.
–Pretenden que los bese Galilea Montijo porque dicen ser príncipes encantados.
–Ya rechazaron ir de gira por países asiáticos, porque allá comen carne de rata.
Ai’ ta.
