25.7 C
Mexico City
viernes, mayo 17, 2024
InicioDeportesFutbol Fascista

Futbol Fascista

Fecha:

Noticias Relacionadas

A qué le Tiras Cuando Sueñas Mexicano. Pues a que Seamos Campeones Mundiales, Uey

Arturo Sandoval   "Ningún jugador es tan bueno como todos juntos"....

México formaliza su postulación como sede olímpica

El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubon, junto...

El PRI Busca su Recomposición

DE FRENTE Y DE PERFIL  RAMÓN ZURITA SAHAGÚN ...

El Tapado del PRI

DE FRENTE Y DE PERFIL    RAMÓN ZURITA SAHAGÚN...

Ágora Deportiva

Jesús Yáñez Orozco

Cuando duele: nadie quiere recordar la herida del pasado. El anterior 14 de diciembre se cumplieron 40 años de que comenzó a escribirse la historia de crisis e ignominia, abismo abismal,  del futbol mexicano. Nadie parece detener su caída en picada.

Fue en Haití. En el Estadio Silvio Cator de la capital, Puerto Príncipe, donde sucedió la segunda eliminación mundialista de los Ratones Verdes, para Alemania 1974,de tres que lleva en su historia.

(Aunque tiene otra, la cuarta, pero ahí fue por el cachirulazo –la Femexfut registró jugadores juveniles que podían tener nietos— que significó una sanción administrativa que impidió su participación en las eliminatorias para Italia 1992).

El primero fue ante Estados Unidos, para Italia 1934; y Tegucigalpa, Honduras, 1981, rumbo a España, el tercero. Estuvo a punto de llegar a la cuarta marginación. Pero Dios, que siempre escucha a los mexicanos, hizo un satánico milagro: puso en su camino un flan: Nueva Zelanda, en el repechaje vergonzantemente vergonzoso.

Quedó así demostrado que la dupla: dueños del balón-esclavos –futbolistas— son un mal social necesariamente necesario. Y, a lo largo de cuatro décadas de pesadilla ratonera, cada vez hay menos futbol. Ah: pero eso sí: más dinero en las arcas de empresarios de la pelotita.

En términos siquiátricos, el balompié mexicano, en general, y la Deserción Nacional, en particular, padecen una aguda depresión deportiva-social. Urge su hospitalización. ¡Ya¡ Pero nadie hace caso. Quizá, ni Sigmund Freud, en vida, podría ayudar a erradicarla. Ya no digamos el doctor Ernesto  Lammoglia.

Ya huele, incluso, a muerta insepulta la Decepción Nacional, con la mortaja verbal de cronistas, comentaristas y especialistas –prensa, radio, televisión y redes sociales– en el baloncito que lanzan el choro mareador: no importa: México es equiparable al pentacampeón, Brasil. Sí, el mismo de la playera color chorrillo, igual que América.

Somos, me caí, la divina envuelta en huevo, desde su perspectiva.

Cómo explicar a la raza el fenómeno sicosocial-deportivo que desata el Tritanic entre la mayoría de los 120 millones de fans ratoniles, cada cuatro años.

Aquí va un intento.

 El comportamiento de los aficionados por “nuestro” Dream Team –como sucede cada cuatro años– obvio: después de vencer a los zelandeses, es similar a lo sucedido durante la Alemania fascista que desencadenó la Segunda Guerra Mundial.  La locura del pueblo germano se conectó con el discurso de delirio de grandeza, la “raza aria”, de Adolfo Hitler.

Algo similar ocurre con la locura socio-futbolística del “jugador número 12” con el “equipo de todos”: está conectado al delirio de grandeza del discurso televisivo  en el sentido de que cada cuatro años inyecta una ácida solución, pesadillezca que despierta un pensamiento obtuso: ahora sí, los verdosos ratoncitos serán campeones mundiales.

La empresa de Emilio Azcárraga Jean, Televisa, es el equivalente a Adolfo Hitler. No exagero. Explico: la afición tiene necesidad de conectarse en la locura del discurso televisivo, del vidrioso ojo cíclopeo. Sueña con tener un efímero sentimiento de pertenencia, mediante un posible triunfo mundial en el mundo. Aunque sepa, de antemano, que es engañado.

Igual sucede con toda su programación, noticieros (sic), incluidos. Ya no digamos a la anciana y oxigenada Laura. Brozo, Chabelo, El Chavo y toda la fauna nociva visual-auditiva.

Y lo hace porque padece una profunda orfandad social desde hace más de 500 años, antes de la Conquista.  Es un histórico frustrado cotidiano. Un, sí: derrotado. Y su mayor desgracia moderna es tener un televisor enfrente. Que daña hasta cuando está apagado

Incluso, en un análisis marxista del balompié mundial, el escritor Gerhard Vinnai, en su libro Futbol como Ideología, publicado en  1974 por Siglo XXI Editores, tiene una particular definición que convoca a la reflexión:

“Los goles que se convierte en la cancha son los goles en contra de los dominados”.

Sí: el proletariado, siguiendo la terminología marxista, la clase obrera, está indemne, frágil, ante el poder económico y político que se refleja en el control que tienen los dueños de este deporte sobre el balón. Control social-ideológico a través del esférico.

No toman conciencia los aficionados de que, en efecto, esos goles en el arco rival se convierten en autogoles existenciales: son cataplasmas, fomentos deportivos, para que no piensen. Las anotaciones son sinónimo de pasividad en sus vidas fuera de la cancha.

Por los siglos de los siglos…

“Trabaja, diviértete y no pienses”, parece ser el mensaje burgués-dominante. Y mucho menos leas literatura.

Pero, en este festejo de 40 años de guarrez futbolística, vale echar mano de la descripción futbolística de los sucedido en Puerto Príncipe que hicieron, entonces, dos enviados del diario Excélsior, uno de los mejores del mundo, bajo la dirección de Julio Scherer García: Francisco Ponce y José Barrenechea, tras la eliminación Triglodita, luego del partido contraTrinidad y Tobago, que goleó 0-4 el 14 de diciembre de 1973:

“Once voluntarios trinitarios recogieron el cadáver del futbol mexicano, lo depositaron en un ataúd y desengañaron a millones de espectadores de todo el mundo, que hasta hoy creyeron en el mito de su futbol.”

Y agregan, lapidarios:

“Trinidad exhibió el atraso de la selección mexicana cuyos jugadores no resistieron la prueba: con sólo raspar con un dedo el plumaje de salarios estratosféricos, de publicidad desmedida, y de elogios desmedidos a los jugadores y afloró todo lo que es la selección nacional”.

Cuarenta años después todo sigue igual.

O peor.

(Esta historia fue una calca del pre mundial de Honduras en 1981, donde también fue eliminado).

Jugadores y periodistas, durante la quincena que duró el tornero premundialista principesco, por el puerto haitiano, coinciden en comentar, por separado, que fue un desgarriate futbolístico de los ratoncitos: sucumbieron al embeleso de las bellezas haitianas, libaciones alcohólicas –hasta el mar se querían beber– magia negra –vudú–, indisciplina y presión de la afición local. Y, sobre todo, los demonios personales.

Trascendió que hubo consumo de mariguana. Ojalá haya sido haitiana.

Era un sueño impensable que la Decepción Nacional no calificara al mundial germano. Pero se convirtió en pesadilla: los principales jugadores, que eran literal, un trabuco, parecían tullidos, reumáticos, con pata de palo, en la cancha: 

Horacio López Salgado, Octavio Muciño, Javier “Kalimán” Guzmán, Leonardo Cuéllar, Ignacio Calderón, Cesáreo Victorino, Enrique Borja; Rafael Puente, y Manuel Lapuente, Fernando Bustos, entre otros. Todos dirigidos por el técnico más ganador de aquella época: Javier de la Torre, tío del “Chepo”.

Se invirtió un millón de pesos, de aquellos pesos todavía, que sí valían, en 55 días de preparación, antes del viaje al puerto haitiano.

Pero sucedió que los Ratones Verdes tenían un determinante e indeleble trauma sicológico: poco antes de la aventura principesca-haitiana había sido descabezado el primer sindicato de futbolistas en México, creado en 1971, sobre todo por jugadores de Guadalajara. Su comité ejecutivo, que formaban Antonio Mota y Gamaliel Ramírez, entre otros, fue borrado del mapa. También Carlos Albert fue enviado a la piedra de los sacrificios futbolísticos.

Y, a partir de entonces comenzó, a escribirse el síndrome de los ahora esclavos –maldición demoniaca– del Futbol mexicano.  

La guillotina fue aceitada por el verdugo mayor: Guillermo Cañedo de la Bárcena, brazo derecho de Emilio Azcárraga Milmo, dueño de Telesistema Mexicano—ahora Televisa–, fallecido ya.

Los propietarios de los 20 clubes se pusieron de acuerdo para cerrarles, de manera inconstitucional, cualquier posibilidad de chamaba en el baloncito. Quienes jugaron (sic) en Haití no pecaron de ser sindicalistas.

Esa medida es la abuela del actual, e infamante, Pacto de Caballeros.

Incluso, en el colmo, en la parte extra deportiva, entre los galardones obtenidos por los Ratones Verdes priístas, que encabeza su Alteza Serenísima, en 2013, sobresale el de menor crecimiento económico en el contexto latinoamericano, respecto, incluso, del promedio reportado por las pequeñas islas caribeñas.

Aunque se registran casos destacados como el de Haití, con 4 por ciento, contra 1.3 por ciento de México, estimado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

Ni px: México y, obvio, el deporte: como la canción de la burrita Aquimuchú: un o pasito pa’ delante; dos pasitos para atrás. Como hace más de 70 años.

Y los que faltan.

Últimas Noticias

Artículo previo
Siguiente Artículo

LEAVE A REPLY

Please enter your comment!
Please enter your name here