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Sotanas futboleras

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Por Jesús Yáñez Orozco

De manera simbólica gambetean, exorcizan, la pobreza –Yyyy sííí, ché, suena a tango–. Driblan injusticias sociales. Hacen autogoles a base de buena fe. Disparan con chanfle contra los infieles. Meten goles olímpicos al mal.  Sacan la tarjeta roja a los ateos. Fintan al aborto, las drogas y la homosexualidad.

 

Incluso suelen equivocarse cuando tiran penaltis a la portería del Diablo. También cometen faltas .Llegan a ser expulsados cuando sucumben ante el pecado de la ira.

Son, pues, seres humanos. 

También la cajetean.

Ni px.

Sotanas y balones benditos: lo más cercano entre dios y la tierra, intermediarios de la voluntad divina, vaya. Pero también lo son entre el esférico y los designios del Altísimo desde 1897, cuando por primera vez rodó en el Vaticano una pelota de futbol.

El balompié llegó a la Santa Sede desde Tucumán, Argentina. Hace 116 años que se practica. Lo llevó un profesor normalista. Agenor Albornoz  había llegado al Vaticano para hacerse cargo de un puesto en la Escuela Normal de Maestros.

Albornoz, según los historiadores, era una persona joven y dada al atletismo –no ateísmo– que, en la ciudad norteña, había aprendido el futbol de los ingleses radicados allí. Todos pertenecían al Ferrocarril Noroeste Argentino, con quienes había participado en diversos torneos y competencias.

Coincide que es argentino y fanático al futbol el Papa Francisco –Pacorro, lo llama la madre de este agorero, doña Chepa; también dice Tiznada (a la Virgen Morena), que Jorge Ibargüengoitia llamaba Prieta en sus novelas. Tiene la sabia sabiduría de mofarse de su religión, la católica. La risa aligera los pecados –.

“El hombre, mediante el juego, descubre su verdadera naturaleza y las riquezas que posee, puede crear comunión, relación con los demás y con Dios mismo”, aseguró Claudio Paganini, asesor espiritual del Centro Deportivo Italiano en referencia al “Año de la Fe”, que se realizó en 2012, llamado así por el todavía Papa Benedicto XVI, durante la V edición de la Clerical Cup.

Con ese fin,  profesionalizar el balompié, en 2007, se creó la Copa Clerical, una especie de mundialito sotanero – por las sotanas–, en la Santa Sede, a unos pasos de la Capilla Sixtina. Algo así como una Champions Leage vaticanera.

Y, con la ayuda divina, podría jugar antes del 2020 contra equipos como Milán, Inter, Roma, Juve… Se calcula que llegue a competir en una Copa del Mundo organizada por la FIFA mafufa. Auque, como Estado, no forma parte de sus 208 miembros, tendrá que hacer los trámites  correspondientes con el tal Joseph Blatter, titular del organismo fifoso. José p´a los cuates.

Ya, incluso, se hizo oficial que un equipo representativo del Vaticano jugaría el encuentro preliminar de la Champions Leage.

El francés Michel Platini, presidente de la UEFA, tras anunciar algunos datos relativos a la marcha de la Eurocopa 2012, y adelantó que quizá en 2016 se invite a la recién constituida Federación Vaticana de Futbol para que juegue en Francia, que acogerá para esa fecha la máxima competición de selecciones nacionales que se disputa en Europa.

 

Paralelamente, los dos equipos que actualmente existen en dicho país: el Internazionale Cardinale y la Societá Sportiva San Paolo –únicos integrantes de la Serie A de la liga de futbol vaticana que jugaron en septiembre pasado– podrán disputar la previa de la Champions League.

 

Mas, desde 2007, Dios ya tenía un equipo de futbol en la tierra. El Vaticano, como Estado –junto a la Iglesia Católica italiana—adquirió, a principios de ese año, 80 por ciento del equipo Ancona de la Tercera División del Calcio, que estuvo vinculado a hechos de corrupción. Aunque hay quien rechaza la versión.

“El futbol debe ser un instrumento de educación y no apuntar a intereses económicos”, dijo en aquel entonces Edio Constantini, Presidente del Centro de la Conferencia Episcopal Italiana.

Jugar contra el “equipo de los curas”, como ya es conocido el Ancona, deberá ser un conflicto moral para los rivales y el árbitro: ¿Será pecado cobrar un penal y meterlo? ¿Una falta sobre estos hombres de ropas talares será causal de ir al infierno sin escalas?

De entrada, los jugadores del equipo Ancona que cometan infracciones en el terreno de juego, que llamen la atención por malas actitudes dentro de la cancha, deberán prestar varias horas de trabajo con fines benéficos.

Las ganancias, se adelantó, serían destinadas a países del Tercer Mundo. México no alcanzará este beneficio, pues con los anunciados petropesos que tendremos con su Alteza Serenísima, ya se lleva de piquete de ombligo con las principales potencias económicas mundiales.

 Maradona quiso ser más práctico, en ese sentido, luego de una audiencia con el Papa Juan Pablo II, cuando el Pelusa militaba en el calcio italiano a principios de los años 90s.  Sugirió que el Vaticano fundiera el oro que hay en sus techos, sótanos y paredes para ayudar a los pobres de los países pobres.

“Estoy en contra del Papa que iba por todo el mundo besando el piso y no dejaba nada. Al contrario: se reunía con los mandatarios y pedía –dinero–. ¿Para qué? Si ya el Vaticano es millonario.”

La Copa Clerical se disputa anualmente y tiene un promedio de 351 jugadores inscritos de 71 naciones, divididos en 16 equipos, principalmente de Latinoamérica, África y Asia: 23 mexicanos, 27 italianos y 25 brasileños.  

Pese a que siente la mirada escrutadora Divina sobre ellos, los futbolistas sotaneros suelen cometer pecadillos cancheros. Y los mexicanos no nos podíamos quedar atrás.

EL angelito se llama Wilbert de Jesús Palomo Carillo, del Instituto Patrístico Agustiniano. Tiene el dudoso honor de ser el primer jugador que vio la tarjeta roja en el pasado torneo. Fue expulsado tras una violenta entrada sobre el portero del UCRO, equipo formado por un curioso combinado de futbolistas ucranianos y croatas.

Se debió de montar una buena tangana –alboroto, escándalo– en aquel partido, porque a Palomo le siguieron inmediatamente, camino del vestuario, un compañero de equipo y el entrenador, poco amigo del precepto bíblico de ofrecer la otra mejilla:  se enzarzó en una discusión con el árbitro.

Las crónicas no especifican cuál fue la penitencia que impuso el comité de competición al mexicano. Quizá diez Ave Marías y 20 padres nuestros. Sólo Dios sabe.

Las crónicas no especifican a qué equipo pertenece Palomo –que más bien parece gavilán–. Al parecer alinea en el Colegio Internacional Mater Ecclesiae, formado por estudiantes mexicanos de la casa romana administrada por la congregación de los Legionarios de Cristo, ya campeón en 2008. Por fortuna ya no tiene en la dirección técnica al padre Marcial Maciel.

Dentro del reglamento del torneo, se manejan dos tiempos de 30 minutos, con un descanso estipulado por ellos. Tiene un parecido con el Microfutbol, ya que en el campeonato los árbitros muestran la tarjeta azul, la cual indica que el jugador deja el partido por cinco minutos desde que se le expulse por alguna infracción.

La puntuación es también un poco diferente a la tradicional; los partidos no pueden terminar igualados. Y si en todo el tiempo regular el marcador indica empate, las contiendas se deben definir en la tanda de penales. Al vencedor de cada juego se le dan tres puntos, mientras el que ganó por la vía de los 12 pasos se conceden dos, dejando uno al perdedor.  

Después de pasar y repasar los nombres de jugadores y equipos en la Copa Clerical, uno no acaba de adivinar cómo demonios diabólicos animarán las hinchadas a sus respectivos equipos. Ni con un pétalo del pensamiento podemos pensar en malas palabras.

Corremos el riesgo de caer en pecado capital e ir al infierno de ver futbol mexicano las 24 horas del día. 

Así, el piojoso de Miguel Herrera, como técnico de los Ratones Verdes, podrá mandar visores al Vaticano a observar jugadores. Quizá a Norberto Rivera Carrera, Onésimo Zepeda o Juan Sandoval Iñiguez.

Así, seguro, echará mano de más de algún futbolista sotanero. Con ellos, cuando menos, la Decepción Nacional estará más cerca del milagro: ganar la Copa del Mundo.

 Dios me oiga. 

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